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En mi último artículo sobre el viaje del capitán Roca (Es Diari 5/6/2011) se me coló un gazapo: donde debía decir Juan Roca puse Antonio, como amablemente me ha hecho ver en una comunicación una descendiente de nuestro marino María Antonia Roca.

Pero voy ha dejar la continuación del relato del viaje iniciático de nuestro compatricio para la semana que viene. Hoy quiero terciar, antes de que se enfríe, en la polémica sobre ciertas biografías publicadas en el Diccionario Biográfico Español (desde ahora DBE.).

Sobre el asunto creo que tengo algo que objetar, como partícipe en la elaboración de tres biografías contenidas en el DBE (entre otras la del duque de Crillon).

La primera objeción: ¿no hubiera sido mejor cortar las biografías en 1900 y publicar luego cada diez años un apéndice por décadas y así nos hubiéramos ahorrado polémicas sobre el general Franco, Chemari y los demás? Al haber desaparecido del mapa, no solo los biografiados sino sus partidarios/adversarios en esa fosa común que es la muerte, los ánimos se enfrían y se puede intentar (ojo, digo intentar) ser objetivo, entendiendo siempre la objetividad como una tendencia que es lo único que puede ser.

En síntesis: el famoso respeto a los hechos históricos que supone abordarlos con una centuria de distancia.

En segundo lugar, manifestar que las comisiones por sectores que se formaron para la elaboración de las biografías, presididas cada una por un académico, elegían a los biógrafos y aceptaban, o no, los textos que estos les presentaron, así que nadie que formara parte de las mismas puede ahora rasgarse las vestiduras ni eximirse de responsabilidad.

Respecto a si Franco fue autoritario y no dictador, ¿quién sabe?, a lo mejor su biógrafo se fijó en el dictator, magistrado supremo y extraordinario de la antigua Roma nombrado en circunstancias difíciles. Una figura perfectamente legal, elegida por el Senado con ocasión de peligro para la República, que debía dejar el cargo seis meses después de pasado éste. Quizás el profesor Suárez pensó que como Franco no se fue después del semestre, no era un dictador.

Pero centrémonos en el caso de uno de los biografiados que me tocó en suerte: el sargento Francisco Basallo Becerra.

Este personaje, suboficial de Infantería durante el llamado Desastre de Annual, fue uno de los pocos supervivientes de la matanza habida en Dar Quebdani. Hecho prisionero por los rifeños, el sargento Basallo se haría célebre por su presunta excepcional ayuda a los 587 españoles cautivos en Axdir. En enero de 1923 fue liberado y se le trató como a un héroe. El ABC de 1/2/1923, cuenta, en amplia crónica, cómo Basallo cuidó a los enfermos, enterró a los muertos e incluso, sin serlo, actuó de cirujano amputando brazos y piernas gangrenadas. A su vuelta una vez liberado, se preocupó en traer consigo cartas, recuerdos y documentos de los fallecidos en aquel horror.

Parece ser que su fama le venía de numerosos testimonios de compañeros de cautiverio, pero también hubo quien argumentó lo contrario, que la calificación de héroe abnegado no correspondía a la realidad de su conducta.

¡Para qué queríamos más! La polémica estaba servida y como de costumbre se politizó (¡qué asco!) la derecha conservadora desde ABC le convirtió en un héroe nacional y la izquierda republicana en un villano, incluso un poeta nada sospechoso de izquierdismo como Cesar de Medina (que había perdido a su hijo Antonio en Annual) escribió inexplicablemente un poema contra Basallo. (César de Medina Un grito del alma Server-Cuesta, Valladolid, 1950)

La fama del sargento Basallo llegó hasta tal extremo que el propio Valle-Inclán le cita en ese esperpento que es "Luces de Bohemia", proponiéndole académico, para ocupar la plaza dejada por Galdós a su muerte.

"Clarinito.- Maestro, nosotros los jóvenes impondremos la candidatura de usted para un sillón de la Academia.

Dorio de Gadex.- Precisamente ahora está vacante el sillón de Don Benito el Garbancero.

Max .- Nombrarán al Sargento Basallo".

Esta crítica de Valle contra Basallo provenía de la publicación de su testimonio en cautividad (Basallo, Memorias del cautiverio, Madrid, Mundo Latino, 1923)
Algo se torció para Basallo, con la polémica, los premios a su supuesta labor humanitaria fueron escasos y claramente clasistas. Se le nombró practicante honorario con puesto primero en el escalafón de los practicantes militares (por haber actuado de improvisado sanitario durante su cautiverio), y se le dio un puesto de celador del Banco de España. Luego fue empleado en el asilo en Córdoba. Y ahí se le pierde la pista hasta su muerte, a la edad de 93 años en Zaragoza el 19 de mayo de 1985.

¡Un puesto de celador y bedel en un asilo, al (presunto) héroe de Axdir!

El ejemplo del sargento Basallo, cuya biografía me tocó en suerte para el DBE, muestra lo difícil que es acertar con el biografiado. ¿Héroe o villano? ¿cómo objetivar cuando las posturas de testigos vivos, de la época, son opuestas y además se mezcla en el asunto la ponzoña política?

Lo mejor es incluir toda la información y que el lector juzgue. Con la opinión ocurre a veces aquello que dijo Asklepios de Megara (uno de mis heterónimos):

"No hay respuesta definitiva. Sin embargo, lo importante, lo decente y bueno es preguntar y preguntar. Desde que se plantea la inquisición, nace la cuestión, nunca cumplidamente resuelta por la contestación. Al final lo único cierto es la pregunta".

La verdad de la pregunta. La única realidad objetiva que sobrevive eternamente en muchas inquisiciones.

¡Ah! Y si a alguno se le ocurre consultar la entrada en el DBE del sargento Basallo y comprueba que en ella hay mucho menos contenido que en este artículo, la culpa la tienen las limitaciones de espacio que me impusieron para una biografía de 4ª clase.

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terronponce@telefonica.net
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