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Sin duda como consecuencia de los tiempos difíciles que ha vivido la Iglesia en los dos últimos siglos, se han multiplicado los testimonios heroicos de personas que supieron afrontar tantos retos y que han descollado por su generosa entrega a las llamadas de Dios. Por eso se está produciendo un reconocimiento de numerosos cristianos y proliferan las beatificaciones.

Muchas veces las personas que la Iglesia reconoce oficialmente como dignos de figurar en el catálogo de los bienaventurados, fueron mártires durante el siglo XX o fundadores de instituciones religiosas en el siglo XIX; pero también se está proclamando la ejemplaridad de hombres y mujeres de siglos anteriores que a veces habían quedado un tanto olvidados e incluso eran incomprendidos y mal interpretados a causa de prejuicios y por falta de un estudio serio y razonado de épocas pasadas.

Este es el caso del nuevo beato Don Juan de Palafox y Mendoza obispo y evangelizador, el cual nunca dejó de ser muy estimado y bien valorado, especialmente en las diócesis en las que llevó a cabo su labor pastoral, que son las de Puebla de los Ángeles en México y Burgo de Osma en España, tradicionalmente invocado como el Venerable Palafox y que ahora ha sido elevado al honor de los altares. ¡Ojalá que otra persona de su tiempo y también de la misma diócesis de El Burgo, sea también pronto beatificada, la monja de la orden de la Inmaculada Concepción sor María de Ágreda!

El domingo 5 de junio en la preciosa Catedral de Burgo de Osma y por las calles de esta magnífica y bien cuidada ciudad se palpaba el gozo y entusiasmo de los fieles. Muchos de ellos habían acudido de toda la diócesis y de otros lugares de España, especialmente de la tierra natal del nuevo Beato, que es Fitero en Navarra. Había también representación de Puebla de los Ángeles, si bien no era posible que fuera numerosa a causa de la distancia y la situación económica actual. Allá próximamente se manifestará el gozo de todo México, un país que nunca ha olvidado a Palafox, del cual ha guardado siempre una fiel y ferviente memoria.

El obispo de Osma-Soria, cuya sede episcopal se halla en El Burgo, Monseñor Gerardo Melgar, nos presentaba la figura de su antiguo antecesor, el nuevo Beato, diciendo entre otras cosas: «Nuestra madre la Iglesia nos anima a elevar los ojos hacia Palafox para reconocer en él la excelencia de una espiritualidad con contrastes que dicen mucho al hombre actual y en éste puede comprobar que la experiencia cristiana se puede vivir hasta las últimas consecuencias en los diversos estratos de la vida humana social y eclesial».

Estos contrastes a los que alude el prelado de Osma-Soria son especialmente su espíritu de pobreza, su entrega a favorecer a los pobres de tal manera que aunque sus exequias fueron honoríficas las sufragaron otros, pues él no sólo murió sin caudales, sino incluso endeudado de lo que pedía disculpas en sus últimos momentos. Pero sus familiares y amigos no sólo cuidaron de su honroso enterramiento, sino que hicieron construir una magnífica capilla dedicada a la Inmaculada que se abre en la girola de la catedral y que siempre se ha designado como la Capilla Palafox. Ellos pensaban que se debía levantar este monumento en su honor, y confiaban que pronto sería beatificado, ya que el proceso se inició en 1666, siete años después de su muerte. Pero ello no se llevaría a cabo hasta ahora, más de trescientos años después, a causa de diversas circunstancia, entre las que no faltaron la incomprensión y el enojo de algunas personas e instituciones que le persiguieron incluso muchos años y siglos después de su santa muerte.

Es digno de consideración que el Papa actual, Benedicto XVI, haya beatificado a Juan Pablo II, cuyo proceso ha sido casi el más breve de la historia, y a Palafox, que ha tenido uno de los más prolongados.

La labor pastoral del obispo Palafox es expresiva del más fiel amor a los cristianos humildes confiados a su cuidado, tanto en la defensa de sus derechos frente a las exigencias de quienes intentaban lucrarse con el trabajo de los naturales del país, como en el trato amable y paternal hacia ellos y después también con los sencillos labradores de los campos de las adustas tierras de Castilla, cuyos humildes pueblos recorría incansablemente.

Don Juan de Palafox fue también un fecundísimo escritor cuyas obras tienen un gran valor documental y religioso, aunque su estilo propio de la época del barroco esté muy alejado de nuestra sensibilidad actual. Sobre todo en las obras destinadas a incrementar la piedad del pueblo se hallan preciosa perlas, como por ejemplo estos versos dedicados a María: «Tú eres hija del Padre, / y del mejor Hijo la mejor madre; / el Espíritu Santo / habita en ti como en su templo santo. / Toda la Trinidad / forma en ti el trono de su majestad. / Eres cielo animado, / y el hombre por ti ha sido reparado, / y debe a tu belleza / todo su ser nuestra naturaleza».