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Resulta un tanto novedosa la presencia del Greco en la Catedral burgalesa, porque las obras de este genial pintor abundan en Castilla la Nueva y sobre todo en Toledo, mientras que escasean en Castilla y León. Pero desde hace unos días hasta el 10 de abril, puede verse en la maravillosa catedral de Burgos una magnífica exposición de obras del Greco, que se han reunido desde una muy variada procedencia y que se pueden contemplar con especial interés por su extraordinario valor y porque algunas de ellas pertenecen a colecciones privadas y no resulta fácil el poder acceder a ellas.

La exposición se ha instalado en una capilla que se halla un tanto aislada del ámbito de las naves catedralicias, lo cual ha permitido crear unas condiciones ambientales que favorezcan la buena conservación de las pinturas, especialmente en la estación invernal en que suele ser intenso el frío que invade el conjunto del templo. Esta capilla, dedicada al Misterio de la Natividad de Jesús, está ubicada junto a la famosa escalinata dorada, obra de Diego de Siloé, que se construyó por razón del notable desnivel en que se edificó la espléndida catedral dedicada a la Virgen, en lo alto de cuya fachada ostenta la inscripción latina Pulchra et decora («bella y preciosa») que sin duda quiere referirse a María Santísima, pero también a la hermosura monumental de esta iglesia, llevada a cabo por iniciativa del obispo del siglo XIII don Mauricio, tratando de imitar las maravillas del gótico, como le catedral de Colonia, que pudo admirar durante su viaje al Imperio germánico, al que viajó con el encargo de ir a buscar a Beatriz de Suabia, la esposa del rey Fernando III, el santo, quienes en Burgos contrajeron matrimonio.

La obras representativas de los principales temas de la pintura del Greco que integran la exposición son, entre otras La Verónica sosteniendo el velo de la santa faz de Cristo (Museo de Santa Cruz de Toledo); La oración en el Huerto (Catedral de Cuenca); Cristo crucificado con la ciudad de Toledo al fondo (Colección Santander); María Magdalena (Museu del Cau Ferrat, Sitges); y La Anunciación (Museo de Bellas Artes de Bilbao).

Concretándonos a esta última obra, podemos advertir que nos hallamos ante uno de los temas pictóricos más significativos del pintor cretense Doménico Theotocópuli (El Greco 1541-1614), en cuya labor pueden distinguirse tres épocas: la bizantina, la italiana y la española. De la enseñanza recibida en su isla de Creta y con las primeras obras pictóricas que realizó en su tierra, quedó siempre en el Greco una inspiración marcadamente espiritual que se manifestó sobre todo en las numerosas obras de tema religioso que llevó a cabo en España, lo cual se pone bien a la vista en las varias pinturas de la Anunciación, no porque mantuviera los cánones muy estrictos del arte bizantino, sino más bien por el fervor con que plasma el mensaje divino transmitido a María por el ángel san Gabriel.

La visión contemplativa del misterio de la Anunciación se pone de manifiesto en la serenidad espiritual con que lo representan los ejecutores de las copiosas tablas del gótico y del prerrenacimiento italiano. Sobre todo el beato fray Angélico (Juan de Fiésole) puede considerarse como el principal artista religioso cuya inspiración fecunda refulge en sus numerosos frescos y tablas de la Anunciación, con que parece invitar a la contemplación y a la plegaria ante la sublimidad del misterio de la Encarnación.

El Greco, en cambio, no destaca especialmente por la serenidad de la escena, sino por el entusiasmo y dinamismo como la presenta. Si nos fijamos en las anunciaciones del Museo de Prado, del Museo de San Vicente en Toledo y en la del Hospital de la Caridad e Illescas, en todas aparecen los mismos elementos, o sea, la actitud orante de María con el libro de la Sagrada Escritura, la azucena, la expresión admirativa del ángel, el descenso del Espíritu Santo sobre la Virgen. No hay, sin embargo, ninguna pobreza de recursos: todo es lo mismo, pero representado de forma siempre nueva y con variados modos de inspiración.

En cuanto a la Anunciación que figura en la exposición de Burgos (la del Museo de Bilbao), que reproducimos, destaca por la grandiosidad del conjunto. La Virgen está con las dos manos abiertas, expresivas del diálogo con el ángel, el cual viste túnica verde, el color de la esperanza; las azucenas son numerosas y aparecen como plantadas en un bien adornado receptáculo a modo de almáciga o semillero, la Paloma irradia su luz hallándose muy cerca de la Virgen, y en la parte superior un nutrido coro de ángeles músicos solemnizan el acontecimiento salvador.