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No sé a qué viene tanto revuelo por parte de algunos sectores al conocerse la noticia de que un gorila anda de pie. Sus cuidadores aseguran que lo hace desde que es pequeño siguiendo los pasos de su padre. Esto no solo le permite resultar más espectacular si cabe, además, puede transportar más alimentos que el resto de sus compañeros. Consultando información en internet sobre casos similares, una se encuentra con diferentes foros en los que todavía se debate si el hombre procede o no de los simios. El caso es que, discusiones aparte, hay un hecho que me entristece profundamente. El número de gorilas como Ambam, que así se llama este maravilloso animal, se reduce a 700 en estado salvaje a nivel mundial. Los cazadores furtivos continúan masacrando a familias enteras en los parques nacionales para vender sus cabezas o sus extremidades, con las que hacen horribles ceniceros para después venderlos a modo de siniestro souvenir. Las numerosas organizaciones que tratan de salvar a la especie ven como sus intenciones caen en saco roto al tener que enfrentarse con guardias corruptos, destrucción de hábitat y residentes con absurdas creencias que hacen referencia a la fuerza o a la virilidad. Quien ha tenido alguna vez la oportunidad de estar cerca de un gorila, mirarlo a los ojos y comparar su mano con la propia sabe que la injusticia que se está cometiendo con ellos conlleva caer en lo más bajo por parte de la especie humana.