Ha trascurrido más de un mes, desde que interrumpí mi actividad de escritura en el ordenador. Las circunstancias que han ido limitando más mi movilidad me lo han impedido, pero yo estaba totalmente decidido a no renunciar definitivamente a una de mis principales adicciones: escribir.
El día 24 de enero, festividad de San Francisco de Sales, patrono de los periodistas, reinicio mis comunicaciones con los lectores del "Menorca", y, como siempre, a través de ellos, con toda la sociedad.
La adjudicación, todavía muy reciente, de la distinción de Editorial Menorca, recaída en mi persona, y otorgada como protagonista cultural del año 2009, estimulará todavía más mi actividad de redacción. Mi agradecimiento profundo a Editorial Menorca, y a todo su entorno constituye un estímulo al que no puedo resistirme.
Mi primer comentario se centrará una vez más en la figura del señor Cots, cuyo fallecimiento ocurrió hace apenas un año, el día 30 de enero.
Su persona, siempre muy apreciada y venerada por mí, estará todavía más vinculada a mi recuerdo cotidiano, porque estos días "he heredado", valga la expresión, las dependencias de habitación y despacho en la Casa Sacerdotal, de Mahón. Seré el nuevo usuario del espacio doméstico, que él disfrutó en los últimos periodos de su existencia, modelo de fecundidad espiritual. Lo veía perfectamente retratado en la afirmación bíblica: "Continuará dando fruto en su vejez", fruto de genuina sabiduría, de inquietud cultural, pero, sobre todo, de profunda vivencia de su sacerdocio.
La fidelidad comprometida el día de su ordenación presbiterial, fidelidad a Cristo, a la Iglesia -acentuación de su veneración al Papa- estuvo siempre unida a su preocupación por las personas, por todas las personas, a las que deseaba ofrecer el atractivo de la vida cristiana, y ante cuyas necesidades materiales de cualquier tipo no se mostró nunca indiferente, sino muy atento y generoso.
El testimonio de su desprendimiento radical de la riqueza, manifestado en la entrega de su notable patrimonio a favor de obras sociales y de necesidades personales, constituye un testimonio referencial en una sociedad ávida de ganancias, lucro, y consumismo.
Su vida ha sido modelo de coherencia en un esfuerzo por superar defectos -que los tuvo y reconoció- logrando un estilo de vejez atractiva y fecunda.
Sería lamentable que la diócesis y la sociedad olvidaran el testimonio referencial del señor Cots. Si el rehusó siempre distinciones y honores, le debemos todos el reconocimiento a su persona.
También la sociedad menorquina es deudora de agradecimiento, siquiera solo por los 70 años de este Diario, del que no dispondríamos sin su decisión de adquirirlo, salvándolo de su desaparición.
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