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El otro día, en una de esas reposiciones televisivas navideñas, volví a ver "Mogambo". El 'animal más bello del mundo', Ava Gardner, y su galán Clark Gable, fumaban sin parar y sin reparo, claro que lo hacían en plena sabana africana y allí parece difícil que te sancionen por hacer aros con el humo de un cigarrillo. ¡Qué nostalgia les debió entrar a todos los que ahora apuran un pitillo con bufanda y guantes en la calle! O encerrados en una de esas urnas gigantes, y para más escarnio acristaladas, de las que se instalan en algún aeropuerto. Y es que, sin discutir el fondo de la nueva Ley Antitabaco, que es la protección de los fumadores pasivos, la normativa se une a otras medidas –léase el endurecimiento de las sanciones de tráfico, incluido el decomiso de vehículos– que hacen que la entrada en 2011 se me antoje demasiado opresiva. Bajo un aura de falsa protección parece que el Estado, el Gran Hermano omnipresente, cada vez recorta más –a las familias, los parados, los trabajadores, los pensionistas o los que piden una beca para estudiar–, y extrema su control y vigilancia sobre nuestras vidas.