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No compro lotería habitualmente, lo reconozco. Tan sólo he gastado cinco euros este año en una papeleta para el Sorteo de Navidad por aquello de "...y si toca". Era consciente de que las probabilidades de que me tocara el Gordo eran remotas y tenía claro que, en el caso de que mi número resultara premiado, no me haría rica de la noche a la mañana. Estoy hoy aquí, lo que demuestra que no he ganado ni un céntimo, ni siquiera me devolverán los cinco míseros euros que me he gastado. Aun así, me he despertado más alegre que de costumbre, las imágenes de los agraciados que trasmitieron ayer todas las cadenas hasta la saciedad han conseguido acentuar mi buen humor. Siempre es un placer disfrutar de las celebraciones y ver correr los ríos de champán, aunque sea lejos. Acostumbrados como estamos a plantarnos ante el televisor al llegar a casa y observar cómo el mundo se desmorona a nuestro alrededor, es de recibo que, por una vez, sean las sonrisas de los demás las que nos den las buenas noches. Las malas noticias continuarán hoy y yo sigo siendo pobre pero, por lo menos, me he olvidado de ello durante un rato.