Puerta de entrada de La Minerva. Junio 1959. De izquierda a derecha Juan Martorell, Amador Clar (escribiente de la empresa), Vicente y el molinero Miguel Martorell Cardona - Fotografía gentileza Juan Martorell

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Minerva, diosa romana identificada con la Atenea helénica.

El molino del Andén de Levante, esquina con la cuesta de Ládico, llamada con el paso del tiempo de la Abundancia, dejó de girar al compás del viento, plegando su velamen, dando entrada, según avancé en semanas anteriores, al ensordecedor ruido de un motor de gas pobre, como llamaban a los imponentes motores que el pueblo bautizó, de foc, la industria se iba modernizando y el viejo molino de Ládico, "no podía ser menos".

Hubo otros muchos avances, tal vez impuestos por el hijo del barbero de la calle de la Plana, el cual demostró sin lugar a dudas a sus padres, hermanos y de manera especial a su esposa, su manera de ser, muy lejos de los sumisos zapateros de banqueta de los cuales provenía, él, que fue conocido por los de mi época per es senyor de sa farinera de Baixamar, disponía de coraje, valor, osado frente cualquier situación, jamás temió al esfuerzo que le debió suponer subir la escalinata de la vida que separaba los dos mundos, en los cuales se desenvolvían sus lazos familiares y el codearse con una familia tan emblemática como fueron los Ládico, entroncados con linajes derivados del mundo corso, propietarios de singulares fincas, convertidos en senyors de lloc, burgueses del antiguo Mahón, que frecuentaban sa cova des judius, situada en la actual banca Catalana de la calle Nueva, mientras otros buscaban un nuevo local en la calle de la Iglesia, llegando a ser el Casino la Unión, nacimiento fecundado en lo más profundo del llamado mundo republicano, doctrina que contaba muchos adeptos, entre ellos los descendientes de aquellos griegos establecidos en el levante de la isla de Menorca.

En mi primera xerradeta, me preguntaba ¿qué tenía que ver es fill den Candela con el propietario del palacete de Augusto Miranda? Hoy puedo contestar, sin equivocarme, el que ambos comulgaban con la misma ideología. Republicans convençuts.

A lo largo de estos meses dedicados al señor Bosch, he llegado a la conclusión, que debió ser la diosa helénica, la Minerva, la única que no intervino en ninguna leyenda romana, la que desde su puesto entre Júpiter y Juno le apoyó en su devenir por el camino terrenal.

Entre las muchas preguntas que me quedan por resolver, a las que jamás encontraré respuesta, me queda por saber, quien bautizó la antigua Harinera Mahonesa, los Ládico o el propio Francisco Bosch. Al no encontrar documentación alguna sobre el particular, me decanto por este último, tras la reforma de la fachada llevada a cabo por el arquitecto Femenías, momento que se aprovechó en gravar el anagrama en la misma y que su actual propietario, Matías Montañés Merino, supo respetar, dando continuidad a uno de los pocos restaurantes con solera de la ciudad de Mahón.

Francisco Bosch Ponseti, escribiente, hombre de confianza de la casa, llegó a ser considerado un miembro más de la familia para el nieto del barón de las Arenas. Ahí, la respuesta de la primera xerradeta, ¿del porqué figuraba en su esquela? Fue por ello que lo nombró heredero de la fábrica harinera al fallecer el 27 de septiembre de 1926, quedando como propietario único de los locales y el negocio. A buen seguro, Teodoro Ládico fue consciente de que su apoderado, le había demostrado su lealtad en el trabajo, su compañía, en sus interminables horas sentado tras la ventana que daba al jardín de su casa y que debido a una grave enfermedad ocular, no distinguía las cuidadas flores especialmente las rosaledas que allí se encontraban y que esta servidora aun recuerda haber visto, al jornalero, un tal Paco, como arreglaba esmeradamente, lo que hoy es el gobierno civil. Multitud de veces fue su bastón yendo y viniendo a Barcelona, según consta en la prensa, y también tal vez el último que le tendió su mano amiga, en su lecho de muerte cerrando sus párpados, porticones de unos ojos que le habían privado de la lectura, devoradores de cuantos periódicos llegaban con el buque correo y que Francisco Bosch, todos los días, después de comer le leía, tras hacer comentarios, convirtiendo en agradable tertulia.

Deberían pasar cuatro años, 3 de abril de 1930, durante la comisión municipal permanente de nuestra ciudad, en la sesión ordinaria, presidida por el señor alcalde Mateo Seguí Carreras, concedió la licencia a Francisco Bosch Ponseti, para levantar un piso en los almacenes 89 y 90 del Andén de Levante y construir aceras. Estos llegaban hasta, donde todos conocimos el popular café Rosales regentado por Francisco Valverde López "Cavalcanti".

Los números 87 y 88 fueron adquiridos por el señor Bosch. El 88 lindaba a la derecha con un almacén de su propiedad, de ahí su interés en comprarlos a su propietaria Pilar Manera Ládico, esta los había heredado juntamente con otros tres, vendiéndolos por precio único y global de 8.100 pesetas, valorados por 6.825, siendo el notario Daniel Cano Cantallops.

Según consta en los archivos, los rotulados con el 55 y 56 eran propiedad de Dº. Teodoro Ládico, desde diciembre de 1853, valorados en 5.700 reales. Perteneciendo es magatzem de la izquierda a Luis Gimier. Spiridion y Teodoro Ládico Font, al dividirse los bienes heredados de su señor padre Jorge Teodoro Ládico Mirandolo, con su hermano Juan Ládico Font. Estos almacenes se dedicaban al comercio, pasando a ser propiedad de Spiridion Ládico Font.
Para conocer más datos, sobre La Minerva, antes Harinera Mahonesa, nadie mejor que los hijos de D. Miguel Martorell Cardona (15.8.1904 - 4.9.1985). Agradeciendo de manera especial a su hija Esperanza, dedicándome parte de la tarde noche del pasado miércoles.

Tuve la oportunidad de conocer al señor Martorell tota sa vida, pertenecíamos a la misma barriada. Los Martorell , en la casa número 16 de la calle de santa Rosa, justo al lado de la fundición de Paco Vanrrell .

Miguel Martorell, fue el mayor de cuatro hermanos, empezó a trabajar al finalizar la etapa escolar, que a buen seguro tan sólo debía contar de 10 a 12 años, tal como se estilaba por aquel entonces. Curiosamente, su padre regentaba una herrería en el mismo Andén de Levante, que más tarde se conocería por taller Manent, actualmente cervecería alemana.

Es fácil adivinar que el señor Bosch y Martorell, se debían conocer y éste, le debió pedir, trabajo para su primogénito, el cual le fue facilitado i poc s'ho podia pensar, que continuaría en el mismo hasta su jubilación al cumplir los 67. Si bien la misma se efectuó en la harinera de Ca'n Nin de la calle de santa Ana, debido a que sus propietarios por aquel entonces habían adquirido La Minerva, al fallecer el señor Bosch.

Miguel Martorell, el chaval que empezó de aprendiz, llegó a ser el molinero de la fábrica, trabajando la jornada completa, tal como me confirmó su querida hija n'Esperança, casi todos los días ella y su madre na Pilar, le bajaban la cesta con la comida, incluso en ocasiones la cena.

Entre los empleados de aquella harinera de Baixamar, recuerda a su tío Gines Olaya, hermano de su madre, el cual trabajó mientras le fue posible, debido a su lamentable estado de salud. También a Miquel botifarró, Santiago María Caules, primo de esta servidora; y a un tal Vicente de san Luis.

El horario debía ser a partir de las siete de la mañana, pero tal como decía más arriba, a veces resultaba imposible poderse cumplir el mismo. Unas veces por no poder dejar la molienda, otras por recibir el género de la Península, a través de veleros que atracaban al oscurecer, debiendo descargar durante la noche, el cereal adquirido al Servicio Nacional del Trigo.

Como si fuera hoy, recuerdo aquellas embarcaciones amarradas frente La Minerva, con su plancha donde los descargadores iban y venían cargados con enormes sacos sobre su espalda, que iban subiendo de la panza del motovelero, cruzando el muelle, introduciéndolos a la vez que los amontonaban en el almacén .

Lamentablemente, Juan Martorell, el que más información me hubiese podido ofrecer, debido a sus múltiples ocupaciones, le fue totalmente imposible el detallarme, tan solo trabajó de cinco a seis años, junto al señor Bosch, cuando éste ya era muy mayor y apenas podía ver. Lo recuerda, al pie del cañón, serio, exigente. Algo que no me extraña, debido a que él lo debió ser con sí mismo. Otro de los datos facilitados por el menor del molinero, fue que en la pared principal en el interior de la fabrica, se encontraba un enorme cartel, donde se podía leer: La Minerva. Fábrica de harinas de Francisco Bosch. Sistema austro-hungaro.