Era, en palabras de muchos, un "bicho raro". No faltaban quienes le definían como un tozudo "contracorrientes". Pocos, muy pocos, sin embargo, negaban el encanto que desprendía… Se empecinaba, por ejemplo, en negar la fealdad de los otros, incluso en aquellos casos en que ésta era incuestionable. Para argumentar su negación, trascendía de lo puramente físico y hablaba de la belleza de una voz o del tacto, suave, de una piel… Sabía, también, escuchar y rara vez hablaba. Pero cuando lo hacía, cautivaba. Sostenía, entre otras cosas, la vigencia del perdón, unida, por esencia, al olvido y se mostraba apolítico. Creía, como Unamuno, que los salvapatrias no llevarían uniforme, ni ocuparían escaños… Mantenía, con firmeza, que sólo la suma de infinidad de heroicidades anónimas de gentes aparentemente anodinas, redimiría el mundo…
¡Uf!
El excéntrico
14/09/10 0:00
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