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Gracias al meritorio trabajo, publicado el verano de 1975, por mi admirado maestro Deseado Mercadal Bagur, titulado "Los Ayuntamientos de Mahón a través de la historia", he podido saber que Vicente Ferrá Comellas, entró a formar parte del Consistorio de nuestra ciudad el 6 de febrero de 1967, presidido por el alcalde don Gabriel Seguí Mercadal. Fueron cuatro años de aprendizaje, de dedicación exclusiva para y por el pueblo, jamás le representó sacrificio ni esfuerzo alguno, todo lo contrario, atendiendo a la par sus múltiples, quehaceres. Y es que Vicente Ferrá Comellas había crecido en un ambiente de rectitud y orden, que a lo largo de su vida fueron fundamentales, sabia posar sa mà per tot, homo de paraula i de sebre quedar bé.

Llegó el 20 de febrero de 1971 y un nuevo alcalde se hacía cargo de la alcaldía, Rafael Timoner Sintes, el cual le pidió por favor que no abandonara su puesto, cosa que aceptó, e hizo tanto por nuestra ciudad que es una verdadera lástima que sus paisanos no conozcamos sus desvelos, entre ellos intentó por todos los medios adecentar con un bajo presupuesto el viejo hospital civil con que se encontró.

Años después, mientras me iba explicando, recuerdo que al hacer referencia de la primera vez que entró en el edificio, las lágrimas le brotaron, y es que Vicente era pura sensibilidad, vivió tal vez demasiado las penas, las amarguras, los sinsabores y las enfermedades de sus semejantes, haciéndoselas suyas, de ahí su lamentable enfermedad, enfermedad como muy bien él llamaba de melancolía. Principalmente sus últimos años que compartimos, se le vio sufrir, sin encontrar remedio farmacéutico.

Al sentarnos bajo es ullastres de Bini Repòs, cuando nos confesábamos, me explicaba que el día que entró por vez primera como concejal en el Hospital Civil, una gran amargura se apresó en su corazón. Era invierno, hacía mucho frío, las paredes chorreaban de tanta humedad, un fuerte a la vez que desagradable olor de orines le invadió, ancianos gimiendo en sus camas de una habitación, donde por lo menos se encontraban veinte lechos, deu per banda. Otros, sentados unos junto a los otros en busca del calor humano. La sala, que no era otra cosa que un largo pasadizo, alumbrado por dos bombillas de 25 vatios, el Ayuntamiento no tenía para más, no es que planyeren es llum, es que el ayuntamiento era tan pobre como la casa a la que nos referimos. Las religiosas que se encontraban al cargo del lugar hacían cuanto podían y más, viviendo en las mismas condiciones que los asilados.

Aún hoy, su viuda, mi querida amiga Marianeta, recuerda que al llegar a su casa apenas comió, esperando la hora de que abrieran los comercios para ir a comprar tres estufas a su cargo, había que hacer algo, no era justo que pasaran tanto frío.

Éste fue el enfoque de su participación como ciudadano, de cómo se volcó aquellos nueve años. Vicente Ferrá Comellas jamás cobró, ni se benefició de nada ni de nadie, pero sí se entregó en cuerpo y alma a sus paisanos, a su ciudad de Mahón, luchando cuanto pudo por los más pobres, los más débiles.

Si el año tiene 365 días, menos los bisiestos, los invito a que los multipliquen por los nueve en que en cada uno de ellos, hiciera frío o calor, visitó el Hospital Civil. Las religiosas estaban encantadas con él, era tal su estima y preocupación por cuanto tenía que ver con aquél, que siempre estaba dispuesto a colaborar, con la particularidad de que también su esposa lo acompañaba intentando ayudar en cuanto podía, en el costurero, repasando montones de ropa, plegando la misma, atendiendo a los ancianos, haciéndoles compañía, algo que tanto agrada a los mayores, el ser escuchados. Ella, Marianeta, con su dulzura, los acompañaba en infinidad de momentos, incluso a las ancianas a dar un paseo fins es carrer de ses Moreres.

También estuvieron muy agradecidos los facultativos y los doctores que pasaban consulta, el quirófano se vio beneficiado, la entrada de medicamentos, la sala de la cigüeña, como se llamó al paritorio, va arribar a ser una monada y así podría ir escribiendo de aquel ángel protector, en forma de concejal, llamado Vicente Ferrá Comellas.

Los recluidos le tenían por un gran amigo, les obsequiaba con tabaco sempre pagat de sa seva butxaca, las fiestas más celebradas del calendario como podría ser Navidad, Pascua de Resurrección, la patrona de Mahón nuestra señora la Virgen de Gracia, Vicente pasaba largas horas con ellos. De haber algún fallecido, era el primero en enterarse, acudiendo, haciendo cuanto podía para que su entierro fuese digno... decía: Mesquí, també era fill de pare i mare, siempre compadeciéndose de todos.

Había algo que le preocupaba sobremanera, cada vez que acudía al cementerio, no lograba comprender la separación que existía para ser enterrados, después de muertos, los llamados católicos y los no bautizados o que havien tingut un mal moment i s'havien llevat sa vida. De éstos se podría hablar y mucho, como muy bien decía, los había que por su condición de gent de doblers la iglesia había permitido fuesen enterrados, discriminando a otros, a lo que él se aferraba diciendo que no era admisible, repitiendo una y otra vez que todos eran iguales.

Hasta que un día se decidió a trasladarse a Ciutadella, visitando al obispo y exponiéndole su pesar, argumentando que como hijos de Dios y como tal le pedía autorizara que en el cementerio de Mahón se derribara la pared que separaba a unos y otros, siendo enterrados por un igual. El señor obispo le dio la razón, agradeciéndole aquella reflexión que él ignoraba que viniera sucediendo y a partir de aquel momento se autorizó, uniendo los recintos.

Y durante la charla, mientras me iba perfilando los detalles, los quebraderos de cabeza que ello supuso, la oposición de sacerdotes que no lo entendían, las mañanas visitaba el lugar alegrándose al comprobar que las barreras que conducían al recinto de los no bautizados eran suplantadas por una pared, dando continuidad al llamado católico, algo grandioso para un hombre de bien como fue durante toda su vida mi querido amigo Vicente Ferrá Comellas.

No se habló mucho del acontecimiento, ni la prensa escrita ni la radio supo estar a la altura de lo que significaba, no obstante, hoy después del tiempo transcurrido, agradeceré a mis lectores que le tengan presenten a lo largo de este sábado por lo que Vicente Ferrá hizo, a la chita callando, sin darse importancia, como si fuese la cosa más normal del món.

A su viuda, hijos, nietas y biznietos, mi felicitación por ser fruto de un hijo proveniente del mar, que siempre fue tan transparente como las mismas aguas del puerto de Mahón, donde se inició su vida terrenal y a buen seguro desde cualquier rincón del mismo los contempla.