La euforia desbordada por el triunfo de la Selección Española ha causado una fuerte impresión en la opinión pública. No hay que magnificar la importancia de un éxito deportivo, siempre de efectos efímeros aunque permanezca en la memoria colectiva durante mucho tiempo. Sin embargo, el impacto es evidente. En primer lugar, porque la sociedad española necesitaba una buena noticia que celebrar y ganar un Mundial de fútbol desde luego lo es. Además, ha sido un éxito compartido y una celebración colectiva, donde las diferencias que a menudo se plantean en el crispado panorama político no han tenido espacio. A estos elementos hay que añadir la incidencia en la imagen exterior, ya que se promociona la idea de que este país tiene capacidad para afrontar retos importantes. El método para alcanzar la victoria merece destacarse. La humildad del entrenador después de perder el primer partido y la confianza de los jugadores en el trabajo conjunto. Construir un equipo, compartir objetivos y aportar las capacidades personales son elementos esenciales. Esta bonita historia podría terminar con los jugadores donando su prima millonaria a alguno de los países pobres del Continente que les ha dado el Mundial.
Editorial
El valor de un triunfo colectivo
13/07/10 0:00
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