Después de casi cuatro años de darle vueltas al estatuto de Cataluña, por fin los que tenían el trabajo de darle legitimidad institucional y jurídica, han encontrado en puridad más que el tiempo la manera de alumbrar "tan trabajoso" asunto y digo trabajoso y digo bien: cerca de cuatro años ha tardado el Tribunal Constitucional. Ya me dirán ustedes si ha sido o no ha sido trabajoso. Si no fuera así, sería de difícil comprender como han tardado tanto, por más que en España no son pocos los que tardan lustros y hasta décadas hasta poder ver que por fin la justicia les hace justicia. Debería poner esto último entre comillas, porque una justicia que tarda diez años en pronunciarse a mí ya me parece una injusticia.
Lo sabía...lo sabía...en esto del Estatuto, como en casi todo aquello que hay diferentes intereses, como pasa con el Estatuto, pues que iba a pasar lo que siempre pasa, unos están contentos o fingen estarlo, otros están cabreados o fingen estarlo porque desde su posición política toca estar cabreado, caso del señor Montilla, que con unas elecciones a la vuelta de la esquina sabe muy bien que música tiene que salir del pífano que toca.
Para cuándo será el día que por fin comprendamos que no es lo mismo ser del PP o del PSOE en Cataluña o País Vasco que serlo en Madrid. Por esa razón, que no es razón pequeña, al señor Montilla, don José, le toca moverse dentro de esa frágil dualidad de ser político catalanista con ramalazos separatistas y político amarrado al partido socialista, con las peculiares exigencias que ambas posiciones reclaman.
La señora vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega, dice que el fallo (nunca entendí muy bien por qué a las decisiones de los jueces, osease las sentencias, se les llaman fallos) viene a constituir una "derrota en toda regla" del Partido Popular, que a la sazón tenían recurridos nada más y nada menos que 114 de los artículos del Estatuto catalán. Mientras tanto el PP por fin respira por el espiráculo de un recurso que les pesaba como una losa. Ahora confían en que ya no se hable del recurso si no de la sentencia, aunque en puridad cuatro años de "machacar" sobre la piedra del recurso han dejado en el catalanismo, por dura que la piedra sea, una huella muy profunda que ha ido alimentando y seguirá haciéndolo, la antipatía contra el PP.
Así, sobre la premura del resultado de cómo les queda el estatuto a los catalanes, lo primero que se me ocurre es que para este viaje no hacían falta alforjas, pues ha sido un juicio que parece inspirado en aquel que se le ocurrió a Salomón en un plis plas y que tantas veces ha salvado togas y puñetas de tantos y tantos jueces, pero que para este caso, según yo lo veo, va a dar trabajo a más de una generación de leguleyos, por más que desde ya mismo intuyo que por las trochas que discurre la autonomía catalana, algunos deseos no conseguidos en el Estatuto se tratará de conseguirlos con ese subterfugio de las normativas y disposiciones de ámbito local.
Tengo también para mí que Cataluña es ya la autonomía más independiente de las 17 que componen nuestro sistema autonómico. Y también se me aclara que el Estatuto catalán no sólo va a tener consecuencias en Cataluña, a su rebufo aparecerán complicadas consecuencias en el resto de las 16 autonomías, pues de esta situación no puede echarse en saco roto que el resto de gobiernos autonómicos han empezado por hacérsele los "dedos huéspedes" porque aquí somos mucho de "culo veo, culo quiero". Pero qué quieren que les diga, no me queda otra que preguntarme si a todas las autonomías les da por lo mismo. De momento al señor Camps, don Francisco, de la autonomía valenciana, le ha faltado tiempo para pedir para la comunidad que aún preside lo mismo ya, pero ya, que han tardado cuatro años los catalanes en conseguir. Él lo quiere ya mismo.
Dicen que equivocarse es humano y ustedes me dirán a qué viene esto. Pues se lo digo, equivocarse es enredar las cosas pero para enredar de verdad, nada más eficaz que un político al que su cargo le ha subido a la cabeza los aires de grandeza. De esta suerte se han generado tantas y tantas peregrinas situaciones.
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