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Por fin algunos empresarios, vinculados directa o indirectamente a la gastronomía menorquina, se han decidido a potenciarla como un atractivo más de la oferta turística.

Desde estas mismas páginas ustedes saben que llevo años insistiendo en que la gastronomía puede ser (en muchos lugares es) uno de los mejores embajadores a la hora de ofertar una campaña para estimular a futuros visitantes y para que los que han estado en Menorca, repitan.

Colateralmente, en las cocinas de los hoteles, restaurantes, bares o chiringuitos, se tiene también la posibilidad, sin duda, de potenciar los productos gastronómicos de elaboración isleña, además de todo ese potencial de ofertar lo que se cultiva o produce en el agro local, lo que coadyuvará a conseguir que los llocs de nuestro campesinado sigan siendo una realidad que hace que el conjunto de la isla siga mereciendo el título de Reserva de la Biosfera. Lo contrario, que serían campos arruinados por la fatiga indolente del abandono, tancas liberadas de esa seña de identidad de nuestro vacuno, colonizadas de zarzas y otra botánica mayor sin "educación" que armonice y hasta haga bucólica su imagen, eso, ya digo, sería, como tirar piedras sobre el tejado de la imagen que siempre atrajo al visitante. Imagen que, más pronto que tarde, se dará si nuestros "pagesos" se ven forzados al abandono de lo que tradicionalmente ha sido de padres a hijos su medio de vida, armonizando con su trabajo la limpieza y belleza del agro isleño.

La gastronomía es una pieza fundamental dentro del organigrama sostenible de la frágil biodiversidad isleña. No entenderlo así es no saber o no querer saber nada de cuáles son y cómo son las señas de identidad que distinguen Menorca y que a la postre ayudan a que sea un potencial turístico.

Para mi es una alegría personal saber por Es Diari que se organizan toda suerte de eventos de carácter gastronómico, potenciando nuestros quesos, nuestros embutidos, nuestros vinos, etc. Siempre he dicho que los certámenes gastronómicos son un acertado escaparate para potenciar la oferta que luego el visitante o el residente puede encontrar en cualquier local público donde haya una cocina y un comedor.

Los estamentos políticos que rigen la vida insular deben ayudar a las organizaciones que periódicamente fomentan eventos gastronómicos. En primer lugar porque estos forman parte en la actividad del devenir local, pero sobre todo porque esa es una muy inteligente manera de potenciar la industria isleña en sus más amplios aspectos.

No me importa ser reiterativo y decir una vez más que debemos consumir productos menorquines porque así ayudamos a nuestros "pagesos", a nuestros industriales, consiguiendo que, a su vez, se generen puestos de trabajo y además porque esa es una manera diaria de hacer menorquinismo. Nadie puede querer más a Menorca que los menorquines, pero es que, por añadidura, (y si no fuera así no lo diría), resulta que lo que se produce en la isla tiene la garantía de una calidad muy difícil de superar. Efectivamente no es fácil encontrar embutidos y quesos que puedan superar a los que se producen en Menorca. Lo mismo digo del pescado y el marisco. Nada que ver el marisco y pescado de nuestras costas con lo que se captura por ahí, sobre todo cuando ni siquiera es de mares españoles. Las carnes de nuestra cabaña ganadera son inmejorables. Así mismo las hortalizas, las frutas. Fíjense, incluso en algo tan prosaico, se me ocurre ahora mismo, como puede ser un "plat d' esclatassangs a es caliu", que serán muy superiores a los peninsulares. Quizá aquellos sean más sanos, es cierto, pero son infinitamente más insípidos.

Consuman productos menorquines porque estaremos mejor alimentados y nos ayudaremos a nosotros mismos.