Amigo lector, sé que no debería, pero te tengo que pedir un favor. Si ves a mi madre, dile que soy narcotraficante o cazador de especies protegidas o pianista en un burdel o vendedor ambulante de bebés. Al por mayor, si lo prefieres. Pero, por lo que más quieras, no le digas que soy periodista, que la pobrecita mía se piensa que desempeño una ocupación de prestigio, respetada por la sociedad y que conlleva una gran responsabilidad. Vamos, lo que vengo a decir es que un periodista, periolisto o no, está muy mal visto, como un carroñero del chismorreo que vendería su propia alma por un burdo rumor que le asegure una exclusiva. A nuestra vera, Satanás parece Heidi campando alegre por las montañas. Nuestro día a día, amigo lector, está lleno de soplagaitas que empañan cualquier atisbo de reputación que podamos llegar a tener los que vivimos a golpe de teclado y ratón. El ejemplo más claro son los fulanos y las fulanas que se gritan en un programa de televisión, pasándose por el forro si lo que dicen es verdad o no y si pueden hundir socialmente al individuo del que hablan.
Asseguts a sa vorera
El mejor amigo posible
08/05/10 0:00
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