Acabo de ver una película de zombies y la cantidad de entrañas, piel y cabezas arrancadas que he visto me han despertado hambre y han aniquilado mi idea inicial para esta columna que, lo confieso, iba a ser más 'moña', de algún sentimentalismo estúpido que me acompaña últimamente. A lo que iba, zombies devoracerebros, más feos que picio, lentos y estúpidos.
La película en cuestión, Zombie Party, me ha resultado simpática. Esconde la historia de un vago abandonado por su novia que decide dar un vuelco a su vida convirtiéndose en héroe para recuperar a la chica. Muy bien no le sale porque acaba matando a su padrastro, a su madre y a su mejor amigo, previa conversión en zombie, claro.
Nos abruma Jolibú, entiéndase Hollywood, con filmes catastróficos que hacen peligrar a la humanidad semana sí, semana también. Y molesta. Porque acaba la película y te quedas con esa sensación de "ojalá el mundo se esté 'zombiando' y haya barra libre de M-16, una ametralladora muy chula, por la calle para el que quiera". Porque tiene que ser muy divertido pasear por Es Carrer Nou, repartiendo estopa a todo humanoide no vivo que se pasea buscando un cerebro para desayunar, mientras buscamos el típico cochazo que corre mucho, pero nunca lo suficiente como para salvar a su propietario, que suele yacer espachurrado al lado víctima de un severo dolor de tripas tal que indigestión o de la voraz hambre de los muertos vivientes. Nunca suele quedar claro. Pero eso nunca pasa, ¿a que no, amigo lector?
Nos resignamos porque nunca vamos a vivir una situación tan extrema como ésta, o como la invasión de un alienígena un tanto cabrón que se ha pegado el gran viaje cruzando el universo con el único motivo de destruirnos como raza. Si ya lo digo yo, que no caemos bien ni en esta ni en ninguna galaxia. O el mal despertar de un dinosaurio que dormitaba en el fondo del mar o en una isla desierta y al que el cambio climático le ha cruzado los cables y se empeña en destruir Nueva York. Siempre Nueva York.
Y claro, luego las catástrofes nucleares. Si se diera, dicen los que saben, que sólo sobrevivirían las cucarachas. Bueno... si se diera la amenaza zombie, los que sobrevivirían serían los políticos. Dicen que estos bichos sólo se alimentan de cerebro.
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