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El Consell de Menorca celebra hoy una sesión de debate y aprobación de las resoluciones para el último año de mandato. Es la segunda parte de un acto concebido en su origen para el análisis y el compromiso en torno a acciones de gobierno y que ha degenerado en un estéril cruce de acusaciones entre un gobierno incapaz para la autocrítica y una oposición especializada en el desgaste. Anunciadas las estrategias y el contenido de las propuestas por parte de los portavoces de los distintos grupos, apenas queda margen para el optimismo, buena parte de ellas van dirigidas a otras administraciones y otro paquete aborda cuestiones que no son competencia de esta institución y, por tanto, carecen de más incidencia que la de mostrar una plausible pero inútil sensibilidad hacia problemas de otras instancias.

Menorca tiene problemas específicos, conocidos, relacionados de modo general con la insularidad y con la crisis, más aguda que en otros territorios del entorno. Reconocerlo constituye el primer paso para abordar ideas y concitar la unión y el esfuerzo políticos, pero ese propósito no aparece en la liturgia de este debate. Hoy, como en ediciones anteriores, sin análisis riguroso no habrá acuerdos eficaces.