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El imprevisible presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha declarado la guerra comercial a la Unión Europea, con la amenaza de la imposición de duros aranceles y también castiga al viejo continente al ignorarlo en las negociaciones de paz de Ucrania. Sólo negocia con Vladímir Putin. Dos frentes que    marcarán un punto de inflexión en la relación transatlántica, que desde el final de la Segunda Guerra Mundial ha sido muy estrecha, en lo comercial y lo militar. La imposición de tasas e impuestos lastrará la economía de los países de la UE. Pero también es previsible que las exportaciones norteamericanas se vean afectadas por aranceles similares.

Es una guerra inútil que no beneficia a nadie. También es cruel la posición de Trump de ninguneo absoluto a sus socios europeos en las inmediatas negociaciones de paz para Ucrania. El mandatario norteamericano mantiene una buena sintonía con Putin y olvida que parte del esfuerzo bélico para sostener a Kiev corrió de parte de Europa. Un clima que se extiende a otros países: Canadá, México y Panamá ya han sido amenazados. Trump está cumpliendo con el programa que detalló durante su campaña y agita el tablero geopolítico mundial. Ahora es el turno para Europa, que debe exhibir firmeza y una respuesta conjunta si quiere mantener con vida su proyecto. Es su gran reto.