Entre la noche de la Navidad y ayer han llegado a Balears, en varias pateras, 104 inmigrantes. La cifra real puede ser muy superior, porque muchas embarcaciones llegan a la costa y no son detectadas por el radar o por la Guardia Civil.
Se trata, de un gran drama que evidencia las desigualdades entre continentes y la desesperación para arriesgar la vida en un pequeño bote para navegar más de cien millas de mar. Los tripulantes suelen llegar en buen estado, pero hay constancia de embarcaciones hundidas y desaparecidas. Los patrones de estas endebles embarcaciones cobran a los inmigrantes, en ocasiones cantidades desorbitadas y hacen negocio con ellos. Y con sus vidas. De ahí que la Policía Nacional haya detenido estos últimos meses a numerosos implicados, muchos de ellos reincidentes. La inmigración ilegal es un negocio muy lucrativo, y los responsables de estas pateras explotan a personas indefensas y sin esperanza, dispuestas a jugarse la vida en una travesía que no siempre acaba bien.
La emergencia africana, con países sumidos en guerras o hambrunas, no puede ser ignorada por los países más afortunados, entre ellos España. La solidaridad con estas personas que no tienen nada es la forma de luchar contra las mafias que trafican con inmigrantes. Balears no puede dar la espalda a este éxodo migratorio que cada año aumenta.