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Varios indicadores apuntan a que el ritmo de actividad turística de esta temporada se ralentiza y que no se alcanzarán las expectativas originales. Mas allá de los meses de julio y agosto, en que se da por supuesta la máxima actividad, será difícil mantener altos niveles en septiembre y octubre y es casi seguro que se cerrará la temporada con datos inferiores a los de récord de 2022.

La prueba más evidente es que las aerolíneas reducen su oferta de plazas un 6,3 por ciento en los meses punta del verano y esa tendencia se detecta en casi todos los principales mercados. El ritmo de reservas en los alojamientos turísticos empieza a preocupar al sector.

A eso se añade la decisión de Vueling de no mantener la ruta con Londres en invierno, a partir de noviembre, argumentando que la subvención de 200.000 euros que le aporta el Consell es insuficiente para garantizar la rentabilidad de las operaciones, mientras que, de momento, mantiene la de París en las mismas condiciones.

La reducción de las expectativas no significa que esta temporada no mantenga una alta actividad, pero sí afecta al objetivo prioritario de la desestacionalización. Habrá que estar atentos a los datos y adoptar medidas.