El mensaje navideño de Don Felipe, el segundo de su mandato, había suscitado una expectación inusual. Sus palabras en el actual contexto político, con la compleja situación generada por los resultados electorales del pasado domingo y con el reto independentista catalán pendiente de solución, adquirían mayor relevancia. En los dos casos, el Rey optó por mantenerse dentro de los estrictos límites de la Constitución. La prudencia, quizá excesiva para algunos, marcó todo el tono de la intervención.
Aunque no de forma explícita, se refirió a la reivindicación soberanista de Catalunya en los términos de estricto cumplimiento de la legalidad constitucional y la defensa de la unidad de España, sin referencias a la necesidad de flexibilizar el marco de la Constitución o someter la cuestión a una consulta. Defendió los mismos postulados que el Gobierno o el Tribunal Constitucional.
Sobre el futuro Gobierno de España, el Jefe del Estado se mostró cauto ante la enrevesada composición del nuevo Congreso de los Diputados tras el 20-D. Este es uno de los problemas que a corto plazo deberá abordar Don Felipe, que deberá proponer la formación del nuevo Ejecutivo a uno de los líderes de los dos grandes partidos estatales, a no ser que surjan otras soluciones constitucionales.