Hace poco hemos llegado a la cifra de ocho mil millones de personas que habitamos el planeta Tierra. Es motivo de alegría, orgullo y satisfacción que esa cantidad ingente de personas tengamos el Derecho y privilegio de disfrutar de este misterioso planeta único a nuestro alcance.
Es obvio que tenemos el deber de gestionar de forma calibrada los recursos finitos de que disponemos, para disfrute nuestro y de generaciones venideras.
Es obvio que necesitamos un sistema de convivencia que garantice nuestros derechos y obligaciones como ciudadanos.
Desde hace unos años, las escuelas y medios de comunicación nos explican cómo funciona un punto verde: sirve para mitigar el impacto que provoca la presión humana en la demanda de recursos.
Como vivimos en una sociedad de consumo, de usar y tirar, se generan cantidades ingentes de residuos. Tenemos el deber de gestionar esos residuos para que, ese planeta único y maravilloso llamado Tierra donde vivimos, no lo convirtamos en un vertedero.
El punto verde es el lugar donde depositamos nuestros residuos para su óptima gestión. En muchos países europeos, ese punto verde se gestiona con el Sistema de Depósito, Devolución y Retorno (SDDR), donde el consumidor, al depositar sus residuos, recibe una cantidad equivalente a la fianza que había abonado al adquirir el envase del producto.
En España, el punto verde se desarrolla con el Sistema Integral de Gestión (SIG), gestionado por el monopolio Ecoembes.
Como usuario, al dejar los residuos en un punto verde, hago un acto de fe, de que se haga un buen uso de los residuos allí depositados, ya que lleva un trabajo por nuestra parte el colocar los restos en los contenedores correspondientes.
No solo hago un acto de fe, lo que me convertiría en un ciudadano irresponsable, si no que me hago muchas preguntas acerca del punto verde gestionado por el monopolio Ecoembes.
Algunas de las preguntas que me hago y para las que nadie me ha dado una respuesta son las siguientes:
¿Por qué el plástico, si es plástico, no va todo en el mismo contenedor?
¿Por qué en España no se aplica el SDDR que tan buen resultado da en otros países europeos?
¿Por qué en España, con el sistema SIG, nos responsabilizan y culpabilizan mediante un chantaje emocional de no hacer una separación correcta de los residuos, cuando el verdadero responsable es el monopolio Ecoembes?
¿Por qué las autoridades permiten a las empresas envasar sus productos en cantidades ingentes de plástico, en la mayoría de casos injustificado?
La lista de preguntas puede ser infinita cuando las respuestas no entran en la lógica del ciudadano.
Buscando respuesta por internet, hice una pregunta al azar a Google: ¿cómo se financia Ecoembes? Surgió una gran cantidad de información. Parecía que yo entrara en el cuento de «Alicia en el País de las Maravillas». No necesitan abuela. Como las respuestas que me daban los señores de Ecoembes no me convencieron, seguí buscando. Muy abajo en la pantalla, cliqué en un enlace medio escondido que decía: «Ecoembes miente», un informe de Greenpeace.
Este informe de Greenpeace es demoledor y aporta numerosas fuentes de donde recaba la información. Absténganse de clicar los que por la noche padecen pesadillas y los que creen que este mundo es el cuento de «Alicia en el País de las Maravillas». Los demás, si clican, conocerán por qué las entidades más cercanas al ciudadano, como son los ayuntamientos, han intentado de forma arbitraria, como es el caso de Maó y es Castell, la recogida de basuras ‘puerta a puerta', con un desprecio hacia el medio ambiente y hacia la dignidad del ciudadano sin precedentes en nuestra democracia.
Sean felices, disfruten del verano y no tengan pesadillas.