TW
0

El narrador de El ladrón de cuadernos, novela de Gianni Solla (Nápoles, 1974), estaba casi condenado de nacimiento a no poder contar su historia. Davide, así se llama, es analfabeto, cojo, objeto de maltrato y acoso por parte de su padre, un fanático admirador de Mussolini, y los chicos de su edad, y se dedica a cuidar cerdos en la granja familiar.

Ha nacido en Tora e Piccilli, un pequeño pueblo cercano a Nápoles donde la existencia parece guiada por la rutina, la costumbre y la ignorancia.

«Los domingos por la mañana -cuenta Davide- íbamos a la Iglesia. Eso era lo suyo en todos los pueblos como el nuestro: religión y fascismo. Nos gustara o no, siempre estábamos a las órdenes de algo o de alguien: con el miedo en el cuerpo, era fácil gobernarnos. Las dos instituciones más antiguas que había conocido en mi vida estaban fundadas en el miedo».

Pese a que su suerte estaba casi marcada, conseguirá escapar de un destino de violencia y sometimiento gracias a la amistad y la educación.

La novela comienza en el año 1942, en plena Guerra Mundial, y se inspira en un hecho real. El régimen fascista deportó a aquella remota localidad a un grupo de treinta y seis judíos.

Al principio son recibidos con resquemor. El narrador lo cuenta así: «No sabíamos nada de los judíos, de su forma de vida y de la forma de su nariz, pero habíamos recibido la consigna de odiarlos. Era como acoger en tu casa a un enemigo difícil de desenmascarar, tan astuto como el mismísimo diablo».

A pesar de la propaganda fascista el pueblo les dio la bienvenida. Cuando las cosas se complicaron y comenzó la persecución, todos se escondieron en el bosque y los aldeanos nunca los denunciaron.

A nuestro joven protagonista todo el mundo lo desprecia, empezando por su propio padre, que esperaba un varón fuerte que ayudara en las tareas de la granja. La única persona del pueblo que lo acepta es Teresa, la hija del cordelero del pueblo y un año mayor que ella. Ella va a la escuela y trata de enseñar a escribir las primeras palabras a su amigo.

El cambio trascendental en Davide se produce cuando conoce a Nicolás, uno de los judíos que llegan al pueblo. En cuanto lo vio bajar del autocar, Davide sintió una extraña fascinación: sin haber cruzado una palabra con él, intuyó que ese muchacho alto y guapísimo, tan diferente a los chicos que le rodean, encerraba un mundo que estaba más allá de lo conocido. Además, el padre de Nicolás continuará la labor alfabetizadora. Así, el dominio de las palabras le permitirá forjarse una personalidad propia.

Los destinos de Davide, Nicolás y Teresa se cruzarán y forjarán una hermosa amistad, solo alterada por los celos y por los acontecimientos bélicos. Sus vidas quedarán marcadas por ese encuentro triangular.

La novela se va desplegando hacia un futuro en el que los viejos amigos se convierten en fantasmas de los que la mente de Davide no puede desprenderse, tal como nos sucede a algunos con algunas de nuestras amistades y amores de juventud. Quizás por ello, El ladrón de cuadernos nos lleva a recordar con un punto de nostalgia los tiempos de nuestra adolescencia.

El ladrón de cuadernos

Gianni Solla

Traducción de Maria Borri

Tusquets editores

297 páginas