Matias Quetglas iniciando el boceto de una diosa para la montaña de S’Enclusa, 2021.

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Matías Quetglas hizo una película en 2021 a la que puso por título «Mientras vivas, brilla». Es un documental autobiográfico sobre su vida, sus obras y sus pensamientos, tan original como interesante. En la penúltima escena, cuando está él con Jesús Gáchez acabando el montaje de la última escena suena el teléfono. Soy yo.

-Hola Matías.

-¿Qué pasa, Juan?

-Te llamaba porque tengo un proyecto que espero que te tiente. Se trata de promover un museo de arte menorquín y de la naturaleza en la montaña de S’Enclusa, donde la antigua base de los americanos. Y había pensado en ti. Porque, para hacerlo visible desde Es Pla Verd estaría bien levantar en la cima una escultura de unos doce metros. Una escultura de una diosa mediterránea, propia. Igual que en Monte Toro se erige un Cristo con los brazos abiertos que proclama YO REINARÉ, nuestra diosa debería ser acogedora, protectora de la naturaleza y de los menorquines, sanadora, serena… Tú un día me dijiste que todavía aspirabas a crear tu obra más bella.

-Tú eres un soñador, ¿una estatua de doce metros? Puestos a soñar me parece poco, yo prefiero alterar la colina y convertirla en una escultura.

Acabada la conversación, Matías se acerca a un gran lienzo y comienza un esbozo de la colina, que se convierte en una diosa dormida a punto de despertar. Sobre el esbozo aparece el poema de Seikilos, un griego del siglo II, del que aprovecha un verso para dar título a la película y, luego, los créditos.
En los coloquios posteriores a la proyección de esta película siempre ha surgido del público la pregunta sobre la realidad de ese centro de arte en S’Enclusa que cito.

Gran Cap de Freixe (1994) es una talla en madera de inspiración en la mitología griega primitiva.

En parte era un recurso cinematográfico para que el documental tuviese un final con ese punto de esperanza de que Matias todavía podía aportar grandes obras para el futuro y para Menorca. Pero sí se trataba de un proyecto real, presentado en 2019 al Consell Insular de Menorca y al Ajuntament de Ferreries para crear allá un «Museo del Paisaje de Menorca». El conseller de cultura, Miquel Àngel Maria, mostró bastante interés y realizó algunas gestiones. Con poco éxito, por las circunstancias. S’Enclusa había sido una base militar de comunicaciones estadounidense durante la Guerra Fría. Pero no será hasta 1993, cuando todo el personal americano abandone la base definitivamente; y, desde entonces, las instalaciones se han ido degradando fruto de la desidia y el vandalismo. En 2007 lo compra el Ministerio de Medioambiente y en 2008 anuncian que será un centro de interpretación de la Reserva de la Biosfera y se le asigna una partida de unos nueve millones de euros. Pero en 16 años no se hizo nada y se perdió esa partida del Estado.

S’Enclusa es la segunda cumbre más alta de la isla, está en medio de un bosque mediterráneo bien conservado y tiene unas vistas maravillosas sobre es Pla Verd y la costa norte. También es un símbolo y una memoria local de aquella época de colonialismo y militarismo anti soviético. Por eso mi proyecto jugaba con el simbolismo de poner, donde antes había instalaciones militares, un espacio para la paz, la cultura, el arte, la identidad menorquina y el respeto a la naturaleza. Y en ese proyecto la estatua de Matias de una diosa estaba desde el principio, y adquiría muchos significados simbólicos sobre el tránsito hacia lo femenino como regenerador y pacificador.

El proyecto del Museo del Paisaje de Menorca no era solo de pintura, incluía una aproximación a todas las artes en su relación con la naturaleza: fotografía, escultura, danza, música, cine, pensamiento… y también, claro, investigación científica. Un espacio abierto al disfrute de locales y de visitantes.

Pintora del horizonte (detalle), de 2003. En Matías llama la atención la monumentalidad de sus mujeres.

Convertir aquella montaña en un rincón de contemplación, de reencuentro con el arte en la naturaleza, y de preservación de identidades menorquinas; un lugar de difícil acceso, porque todo lo valioso ha de conseguirse con esfuerzo.

El proyecto murió en el cajón de los sueños, sin padrino. Ahí debe descansar ahora. Ya no creo que nadie lo rescate y le dé una oportunidad. Pero nos ha servido a todos para soñar, por un momento, con ver una escultura de nuestro artista más importante en la cumbre de aquella colina.

Mientras tanto Matías Quetglas sigue ahí, firme, creando nuevas pinturas, ampliando su universo de personajes eternos, próximos a la mitología griega y romana. Ahora tiene una nueva exposición en El Roser de Ciutadella, donde comparte espacio con otros artistas locales que apuestan por la figuración y el cuerpo humano como fuente inagotable de temas artísticos. Matías es el referente y es nuestro. Podemos disfrutar de dos esculturas públicas, Es Be en Ciutadella y Talia en Maó; pero no tendremos una gran estatua suya en Ferreries. Ya lo siento, Matías.