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Sobre los alimentos procesados y ultraprocesados hemos hablado muchas veces. Son alimentos que van desde la panadería industrial, las patatas fritas tipo chips, los aperitivos, las sopas instantáneas, las comidas industriales ultracongeladas, las carnes procesadas, los postres industriales, las bebidas edulcoradas...; es decir alimentos habituales en nuestra dieta, que muchas veces no pensamos en su procedencia, que son procesados y ultraprocesados a nivel industrial pudiendo alcanzar hasta el 25 por ciento de las calorías que habitualmente ingerimos y que en la infancia puede ser incluso superior;    de ahí que, no es baladí pensar e investigar, en sus consecuencias a largo plazo.

Ciertamente los alimentos ultraprocesados tienen más grasas, dentro de ellas, las grasas saturadas, las grasas trans, menos fibra y vitaminas, más sal y aditivos, que son estos los que al final nos hacen sospechar de sus efectos en la salud.

Comentamos, cómo este tipo de alimentos estaba relacionado con el sobrepeso y la obesidad, pero que no se trataba en sí de por un incremento en la ingesta de calorías, que también, sino porque pueden afectar a la flora intestinal a la microbiota que regula el metabolismo.

2 Vimos cómo podían estar relacionados con enfermedades intestinales, la enfermedad intestinal inflamatoria y con otro tipo de problemas neoplásicos, tanto a nivel general como local, como el cáncer de colon, al ser alimentos que tenían en su interior algún tipo de sustancias para su conservación, tipo nitrosaminas o acrilamidas, el nitrito de sodio o el óxido de titanio etcétera o sustancias transmitidas por los mismos envases como el bisfenol... Vimos que en un estudio en población americana aquellos individuos con un alto consumo de alimentos ultraprocesados llegan a tener hasta un 30 por ciento más riesgo de cáncer colorrectal frente a aquellos que no los consumían, por lo que constituye un importante problema de salud pública.

Un tema del que no se habla o no se investiga es la relación de estos alimentos con los cambios neurológicos o con las posible alteraciones cognitivas que pudieran producir en aquellos que los consumen, de ahí que no está de más traer aquí un estudio, dentro del estudio REGARDS, muy reciente, que investiga la asociación de estos alimentos ultraprocesados con el deterioro cognitivo incipiente e incluso con el accidente cerebrovascular.

Se trata de una investigación de Varun M Bhave et al. («Neurology». 2024 Jun 11) realizada en Estados Unidos; un estudio prospectivo y observacional con población de más de 45 años captada entre el 2003 y el 2007 y que ha sido publicado este mes en «Neurology».

Se siguieron para investigar el deterioro cognitivo a 14.175 personas y otras 20.243 para el accidente cerebrovascular (atac de gota). El deterioro cognitivo incidente se definió mediante unas    evaluaciones realizadas en memoria y fluidez. El accidente cerebrovascular incidente se identificó mediante una revisión adjudicada de los registros médicos.

La comparación de las ingestas de estos alimentos se hizo según un cuestionario de frecuencia alimentaria con otros patrones dietéticos comúnmente recomendados en el estudio «Reasons for Geographic and Racial Differences in Stroke», como la dieta mediterránea, o aquella para detener la hipertensión (DASH) o para el retraso neurodegenerativo (MIND).

Según este análisis existiría una asociación entre el consumo de estos alimentos y los resultados neurológicos adversos en los diez años de seguimiento de estos pacientes; en concreto un aumento del 10 por ciento en la ingesta relativa de alimentos ultraprocesados se asoció con un 16 por ciento mayor de deterioro cognitivo; y al contrario, una mayor ingesta de alimentos no procesados ​o mínimamente procesados ​con un 12 por ciento menos de riesgo de deterioro cognitivo.

De la misma forma una mayor ingesta de alimentos ultraprocesados también se asoció con un 8 por ciento de mayor riesgo de accidente cerebrovascular mientras que una mayor ingesta de alimentos sin procesar o alimentos mínimamente procesados​se correlacionan con un 9 por ciento menos.

La conclusión que se extrae es que el tipo de alimento que ingerimos es importante para nuestro cerebro; sin embargo, cabe destacar: que hubiera una asociación entre los alimentos ultraprocesados y el deterioro neurológico fue algo independiente de la ingesta de dietas saludables    como la mediterránea, la DASH o la MIND.

El problema es que el aumento del consumo de este tipo de alimentos en las personas más jóvenes puede crear problemas de salud aún no del todo conocidos al ir creando un remanente de sustancias (aditivos alimentarios) que se van acumulando en el cuerpo y que pueden tener consecuencias a largo plazo.