En el siglo XIX unas máquinas amenazaron el futuro de la pintura. Se pensaba que la fotografía sustituiría el trabajo de los pintores. Es cierto que una mayoría se dedicaba al retrato y las escenas costumbristas y que aquellas máquinas fotográficas realizaban en segundos y por poco dinero el trabajo de días de un pintor. Era una amenaza; sin embargo, otros pintores se sintieron aliviados por librarse de aquel trabajo de copiar fielmente el modelo. Lo vieron como una oportunidad de desarrollar otros recursos, como la fuerza del color o la pincelada libre. Podemos afirmar que la llegada de aquella tecnología abrió las puertas a nuevos retos artísticos, con el Impresionismo como punta de lanza.
Todas las nuevas tecnologías han sido vistas por algunos como una amenaza y por otros como una nueva herramienta que podía ayudarles en su trabajo; o convivir ambas, sin más. El cine no acabó con el teatro, ni la televisión con el cine, ni las plataformas con la televisión. ¿Qué sucederá con la Inteligencia Artificial (IA) y las tecnologías digitales en el arte? ¿Es una amenaza o una oportunidad?
Pero vayamos por partes. Hace muchos años, en los 60s, los Reyes Magos, como sabían que me gustaba dibujar, me trajeron un Picassín. El Picassin era un juguete que hacía él solito «pinturas psicodélicas», como ponía en la caja. Consistía en un disco que girabas con la mano, le goteabas pintura y, por la fuerza centrífuga, creaba una imagen abstracta, como expansiva. Me pareció un juguete un poco tonto, y se lo pasé a mi hermana pequeña.
Años más tarde, el artista Damien Hirst se dedicó a pintar con la misma técnica del Picassin pero a un tamaño mucho mayor. A estos «spin art» básicos les llamó «Beautiful paintings». Sí, sus picassines son bonitos, aparentes, decorativos y, al mismo tiempo, con la frialdad emocional que aporta una máquina. Ahora Hirst te «ofrece» poder hacer tú mismo Beautiful paintings con un programa digital de pago.
Hoy en día tenemos a nuestro alcance, gratis o por un precio razonable, programas para la generación digital de imágenes, como el Dall-e o Stable Diffusion con un soporte de Inteligencia Artificial (IA). La creación de imágenes digitales y su animación. En 1995 se realizó Toy Story, la primera película de animación realizada íntegramente con efectos digitales. Hoy vemos películas de ciencia ficción, de superhéroes o de fantasía donde todo parece real gracias a una tecnología fabulosa. A los últimos avances en tecnología digital se ha añadido ahora la aportación de la IA, que consiste en analizar millones de imágenes de internet, reconocer patrones e interpretarlos según lo que le pidas para generar imágenes novedosas. A partir de aquí ya se puede crear «arte».
Lo primero que se pidió a estas aplicaciones fue que crearan imágenes ‘al estilo de' los grandes pintores. La IA utiliza las imágenes de estos artistas que están en las redes para conseguir esa imitación. La historiadora del arte Alba Coll quiso poner a prueba uno de estos programas pidiéndole un retrato al ‘estilo de Picasso'. En segundos le ofreció una que justo insinuaba algo de Cubismo; pero era una imagen muy simplista, más parecida al Pop. Dice Alba: «, intentar sintetizar toda la obra de Picasso y reproducirla en un ‘al estilo de' es absurdo. ¿A qué estilo de Picasso nos estamos refiriendo? ¿A su etapa cubista? ¿A su periodo azul? ¿A su periodo rosa? Sintetizar a un artista en un solo estilo es eliminar todo su proceso creativo y su evolución. Reducir su estilo a un par de rasgos definitorios banaliza su obra». Lo intentó entonces especificando estas etapas de su pintura con unos resultados que no se parecen en absoluto a lo que Picasso hubiera podido hacer, sin la emoción ni la tristeza que nos emocionan de aquellos periodos de la vida del pintor. Se parecen más a cualquier imagen digital contemporánea. Tienen la corrección formal de la máquina, pero sin alma alguna.
Sin embargo, también hay otras imágenes muy bien hechas, como «El siguiente Rembrandt». Para ello enseñaron al programa de diseño no solo imágenes de pinturas de Rembrandt, también se le enseñó características del arte holandés, los pigmentos que utilizaban y escaneos es 3D de las obras. El resultado es asombroso, demostrando que sí, la tecnología puede copiar el estilo de obras nunca pintadas por Rembrandt; pero, ¿qué sentido tiene? ¿poner a prueba nuestra capacidad de aceptar que una máquina lo puede hacer todo?
Mike Winkelmann es un norteamericano de 43 años, diseñador y animador gráfico profesional cuyas creaciones digitales, de carácter utópico, pero con una alta carga social, están pobladas por personajes de la cultura pop. Desde hace 18 años sube a internet una ilustración digital, cada día; no faltó a su cita ni el día de su boda ni del nacimiento de sus hijos. Mike utiliza el nick de Beeple y tiene cerca de tres millones de seguidores en Instagram. En 2020 subastó una obra digital titulada «Cada día. Los primeros 5.000 días» que contenía la totalidad de sus ilustraciones de sus últimos 14 años. Le pagaron 69 millones de dólares (en criptomonedas, claro) por algo que ya estaba al alcance de todo el mundo. Lo que vendió fue un certificado de autenticidad y de propiedad intelectual llamado NFT. Según Mike, «las piezas son fantásticas, representativas de la actualidad, las obsesiones y miedos de la sociedad a la tecnología; el deseo y el resentimiento de la riqueza y las turbulencias políticas.»
Las imágenes son poderosas, con contenido conceptual y dominio de la técnica. Pero siento como un rechazo por ellas, su estética. Nos parecen imágenes de videojuegos, de cómics de ciencia ficción, de cartón piedra, como ninots falleros, para consumo de adolescentes. Obras de efectos e impacto, colores vivos, luces extrañas, puestas de sol... Fácil, de consumo inmediato (crear, consumir, desechar). ¿Cómo nuestra sociedad?
¿Serán este arte digital el arte de nuestra época y del futuro?
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