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En un país en el que el verbo dimitir parece que no existe, el anuncio del alcalde de Ciutadella de abandonar su cargo desató ayer un terremoto de emociones, que se plasmaron en un torrente de reacciones a favor y en contra de su decisión. No solamente opinaron los políticos, sino que esta vez la voz del ciudadano de a pie fue la protagonista e inundó internet de sentimientos encontrados.

José María de Sintas es una figura que no deja indeferente a nadie. No es el político gris que pasa de puntillas por la política. Gustará más o menos, pero habla claro y dice lo que piensa (equivocadamente o no). De hecho, no pocas veces ha incomodado a su partido al salirse de las costuras de la habitual disciplina de partido. Ello le ha generado tanto simpatías como antipatías. Él lo sabe y desde hace tiempo era ambiguo al manifestarse sobre su posible presencia en las listas de las próximas elecciones.

Ha tenido que torear mucho a la hora de gobernar en minoría un Ayuntamiento convulsionado por los continuos problemas y escaceses económicas, con unos compañeros de viaje que, en ocasiones, no han dado la talla. A todo ello hay que sumar una punzante oposición y la sensación de que las administraciones superiores gobernadas por su propio partido no han acudido a su rescate...

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El alcade reconoce que los palos recibidos han menguado su ilusión y que lo mejor que podía hacer era asumir la responsabilidad política «de lo que se ha hecho mal».

Desde el PP se intenta que cambie de opinión. ¿Quién sabe? Ayer pesó más la desazón que sentía como persona que como cargo público.