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Uno de estos viajes que venimos haciendo cada año mi esposa y un servidor con solicitud previa, por supuesto, y lista de espera para el lugar escogido, económicamente asequible a cualquier bolsillo del llamado Mundo Senior, o sea para la gente mayor ha resultado acertadísimo. ¡Qué puñetas! los jodidos jubilados, que para desgracia de los gobernantes cada día somos más, hemos tenido la suerte de que se nos adjudicara el lugar solicitado, la isla de Lanzarote, que hemos visitado en enero.

Me sonaba el nombre de César Manrique, con el mismo apellido que un notario que tuvo despacho hace años en Mahón, que había sido profesor de arte y pintura, pero sabía poco de él hasta la llegada a Lanzarote y que por casualidades de la vida o por la clase política había sido declarada "reserva de la biosfera" como nuestra Menorca. Sí sabía que los residentes de aquella isla canaria se llenaban de halagos sobre dichopersonaje, don César Manrique. Después de vivir varios años en Nueva York tuvo nostalgia de su tierra natal y volvió a su isla, su Lanzarote, donde manifestó: "Cuando regresé de Nueva York vine con la intención de convertir mi isla natal en uno de los lugares más hermosos del planeta dadas las infinitas posibilidades que Lanzarote ofrecía" y afortunadamente encontró unos gobernantes que creyeron en él.

Teniendo en cuenta la bonanza del clima del que goza la isla hermana nuestra en título medioambiental, "reserva de la biosfera", no es mi intención hacer comparación alguna, pero los hechos siempre son tozudos y dan la razón por su propio peso.

A la llegada nos encontramos un aeropuerto no de grandes dimensiones, pero lleno de visitantes recién llegados o preparando su partida. Primera impresión de que la economía isleña goza de buena salud.

El hotel estaba ubicado en Costa Teguise, lejos de la capital pero sin ningún problema con los horarios del transporte público por el tema de frecuencias y además verdaderamente económico (un recorrido de más de 25 km cuesta 2,26€ por pasajero y el bono está subvencionado por el Cabildo Insular, para todo el mundo). Por supuesto, taxímetro en todos los taxis.

Visita obligada al Parque Nacional de Timanfaya, donde realizamos una espectacular excursión con autobuses concedidos por el mismo parque. No se podía bajar, sólo se hacían paradas para realizar las pertinentes tomas fotográficas. En el primer intento de visita desistimos por la gran cantidad de autobuses y coches esperando la autorización para el acceso al mismo.

Jameos del Agua, Cueva de los Verdes, Mirador del Río, entre otras excursiones, verdaderamente espectaculares en general, sitios bien organizados con sus correspondientes guías. Por supuesto, pagando religiosamente para poder visitarlos.

Visita obligada también por recomendación de los residentes, llamados cariñosamente conejeros, a la Fundación César Manrique (otra vez el personaje como punto de referencia), verdaderamente espectacular por su singular edificación. Por cierto, nos comentó un miembro de la misma que había 45 personas trabajando en la fundación.

Toda la isla está muy bien comunicada, con varias carreteras desdobladas y un buen acceso en la entrada de Arrecife, hay dos campos de golf en funcionamiento y el tercero gestándose para su explotación a corto plazo.

En los restaurantes uno de los platos ofrecidos como manjares de la isla son lapas y bígaros, o sea nuestros pitjallides i caragols de la mar.

Y esta es la realidad actual: es imposible imaginarse Lanzarote tal y como es hoy sin César Manrique. Era pintor, escultor, arquitecto, ecologista, conservador de monumentos, consejero de construcción, planeador de complejos urbanísticos, configurador de paisajes y jardines.

¡Qué pena que no naciera en Menorca!

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barber-alles@terra.es