Miquel Aguiló, en Le Vernet | C. R.

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Convivir con la tragedia, abstraerse de ella y prestar cualquier tipo de ayuda a las decenas de familiares españoles que han visto sacudida su vida con un golpe irreparable por la pérdida de sus seres más queridos. Ese es el cometido que ha desarrollado durante tres días un menorquín, Miquel Aguiló, en Le Vernet, el pequeño pueblo más próximo al valle de Galèbre, la zona cero donde el pasado martes 150 personas fallecieron a bordo del Airbus A320, en el vuelo GWI 9525 de la compañía Germanwings, por la sinrazón de un piloto perturbado.

Aguiló, voluntario de la Cruz Roja, ha sido testigo del drama que acompaña al entorno de las víctimas, desplazado al punto más cercano del siniestro ocurrido en el macizo de Trois Èvêches, al sur de los Alpes. Empleado en el departamento provincial de Salvamento Marítimo de Barcelona, este mahonés de 24 años formó parte de una de las primeras unidades de la Cruz Roja que acudió al Aeropuerto de El Prat poco después de conocerse el desastre aéreo. Más tarde la Cruz Roja francesa pedía a la española apoyo, fundamentalmente, para atender a las familias de las 50 víctimas españolas que comenzaban a viajar a Le Vernet.

«Formamos un equipo de nueve personas entre psicólogos, trabajadores sociales, médicos, enfermeros y socorristas de acompañamiento y nuestra labor es estar con las familias de las víctimas que han venido aquí y ayudarlas en todo lo que precisen, desde las necesidades básicas hasta una primera ayuda psicológica, y también en la cuestión idiomática», explica Miquel, jefe del grupo. «Lo importante es que ponemos en práctica valores de la Cruz Roja como la cooperación, la humanidad y la dignidad», añade.

Licenciado en Historia, buceador profesional y con varios cursos de rescates y emergencias, Aguiló vive «una experiencia dura aunque por momentos tengo la sensación de que estoy viviendo algo irreal; es la primera vez que estoy en una tragedia de estas dimensiones».

El voluntario mahonés explica que las autoridades de la pequeña población, junto con la Cruz Roja Protección Civil francesas, «cuidan de toda la logística y la verdad es que tanto la coordinación como la organización de todo el dispositivo que tienen montando aquí son espectaculares».

Los familiares comparten el dolor y se han alejado en pequeños hoteles de la zona aunque los lugareños les han abierto sus puertas en todo momento. «Hay dos zonas para los familiares durante el día, un pabellón donde se les habilita un espacio más íntimo por si lo precisan, y una especie de camping», relata Miquel para quien lo más destacable está siendo «la imagen de tremenda humanidad que provocan estos momentos cuando se juntan personas que sufren tanto».

Después de 72 horas prácticamente sin dormir, el equipo catalán de la Cruz Roja regresa hoy a Barcelona y será relevado por otro. «El jueves fue el día más intenso en el que además se hizo la ceremonia en el valle del pueblo con la representación de todas las nacionalidades de los pasajeros fallecidos, en el valle del pueblo.

Ese mismo día se conoció la causa del impacto del avión cuando el fiscal francés reveló que había sido el piloto Andreas Lubitz quien lo había estrellado. «Fue un momento crítico porque cambió la dinámica de lo que estaba pasando aquí pero las reacciones fueron muy diferentes según las personas y son fáciles de imaginar».