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Decía Voltaire que sólo merecían ser tomadas en serio aquellas cosas de las que uno se puede reír. En esa línea parecen haber despertado esta semana los responsables del Ministerio de Sanidad quienes, según lo publicado, han decidido enmendar la sana costumbre de llamar a los recién nacidos, así: "recién nacidos", para pasar a cumplimentar los natalicios en el Registro de los hospitales con el término "criatura ", perogrullada que excita el músculo de la risa, pero que cobra sentido en el universo de la tontería semántica en el que se entretienen -y justifican presupuesto- en otro Ministerio, el de Igualdad.

MADRID, 19 (OTR/PRESS)

Decía Voltaire que sólo merecían ser tomadas en serio aquellas cosas de las que uno se puede reír. En esa línea parecen haber despertado esta semana los responsables del Ministerio de Sanidad quienes, según lo publicado, han decidido enmendar la sana costumbre de llamar a los recién nacidos, así: "recién nacidos", para pasar a cumplimentar los natalicios en el Registro de los hospitales con el término "criatura ", perogrullada que excita el músculo de la risa, pero que cobra sentido en el universo de la tontería semántica en el que se entretienen -y justifican presupuesto- en otro Ministerio, el de Igualdad.

Según el DRAE, criatura es un: "Niño recién nacido o de poco tiempo". Al parecer, aquí radica el problema. El recién nacido puede ser niña, y, pobrecita, ante semejante atentado a su recién estrenada condición y dado que sería un poco prematura para ella comprender que en términos semánticos el sexo se diferencia por el complemento sintáctico (concordancia) entre el artículo y el adjetivo -aunque hay sustantivos epicenos que no marcan el sexo ni con lexemas, ni con concordancias, ni con marcas terminales (la perdíz)-, en el Ministerio han decidido pasar a la acción. Puestos a parir -nunca mejor dicho-, han dado con la mencionada solución. Ignoro la parte alícuota de responsabilidad de la ministra Trinidad Jiménez en semejante iniciativa -la tengo como persona juiciosa y nada dada a extravagancias más propias de su colega la señora Aido-, pero antes de que la cosa pase de la guasa al decreto, debería reflexionar.

El Estado controla la esfera legal pero no puede dictar su voluntad a la sociedad sin consultar a los ciudadanos, porque, señora ministra, si llevamos las cosas a su extremo el resultado sería el despotismo. Dejémonos de ingenierías semánticas y apliquémonos a disminuir las listas de espera y el precio de los medicamentos.