Rueda el dado. Un tres: un, dos, tres. Jajaja. Casilla del ‘puerta a puerta’. Te toca acordarte de sacar el plástico el jueves por la noche. Te enfadas mucho porque en verdad tú eso de reciclar nunca te lo has tomado muy en serio. Te da tanta pereza que te sumas a una campaña de indignados que creen que todo es una maquinación totalitaria. Dos turnos sin tirar porque te acaba atrapando la basura acumulada en el vertedero. Un cinco. Uy. Casilla de la masificación turística. Estás atrapado en una playa ‘virgen’ a principios de agosto porque, en fin, tu primo de Cuenca quiere ir. Has tenido que conducir hasta la otra punta de la Isla, que normalmente no pisas ni media vez al año. Un francés con un SUV de esos que si todo el mundo tuviera uno, habría que ampliar un metro y medio las calles te pita para que te des prisa. Coges un bus y caminas 20 minutos. Llegas a la arena. Aprendices de influencer miran con asco la posidonia. Se graban vídeos lamentándose de que la playa está sucia, que han tenido que caminar mucho y que está lleno de turistas. Un dos. Casilla del transporte aéreo. Estás perdido. No encuentras billetes directos para ir a Madrid, tienes que hacer escala en Barcelona. Se cancela tu vuelo. Te dan trece euros para un cruasán. Tres turnos sin tirar esperando a que te reubiquen. Un cuatro. Bien. Casilla de la transición energética. El ataque de los molinos flotantes. De molino a molino y tiro porque un promotor me promete el oro y el moro para salvar las reticencias de los nuevos paisajistas –antes amantes de las piedras–, que te montan una campaña. Uno. Casilla del expediente del consorcio urbanístico por la piscina-aljibe. De Aljibe a aljibe y tiro porque prescribe. Te legalizan las piscinas y te salvas del multazo. Tres. La crispación política. Te acusan de ser de ETA barra facha. Te ves opinando de todo sin tener ni p*** idea de nada. Te conviertes en una especie de bot al servicio de una corriente política.
Recta final. Las emociones están a flor de piel. Un seis. ¡Bien! Bueno... Casilla de la crisis del agua. Los nitratos se abalanzan sobre tu grifo. Tienes que ir a comprar botellas. Se genera una montaña de plásticos en tu casa. Vuelves a la casilla del ‘puerta a puerta’. Tiras otra vez. El dado queda de canto, borracho. Como un joven de esos de Es Pla que se zurra cada noche probablemente para olvidar. No vale. Vuelves a tirar. Te llevas por delante la ficha de dos contrincantes. Bronca: ¡No tires dentro del tablero! Calma, por favor, ni que esto fuera un pleno. Un uno. Casilla de la crisis de la vivienda. No encuentras casa y tienes que compartir piso para siempre. Un tres. Vaya. Una roca del acantilado se te cae encima. La calavera: vuelves a la casilla de salida. ¿Echamos otra?
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