El patio del CC La Salle de Alaior, inundado tras una jornada de intensas lluvias en una imagen de archivo. | Gemma Andreu

TW
2

A tenor de los expertos, la nueva delimitación de las áreas de riesgo de inundación que prepara el Govern y el crecimiento urbanístico ordenado son dos acciones fundamentales de cara a que Menorca pueda afrontar con mayores garantías fenómenos climáticos extremos como la DANA que azotó la Isla el pasado 15 de agosto.

La orografía de Menorca no es la misma que Valencia, cuyas inundaciones han marcado un punto de inflexión. Los 1.000 metros de desnivel que se alcanzan en esta región acrecentaron los efectos de la devastadora DANA que asoló la Horta Sud el pasado 29 de octubre. «En comparación, Menorca tiene un clima similar, además de una red hidrográfica relativamente extensa para el territorio que tenemos», señala el ingeniero técnico de Obras Públicas Fernando Salom. El mismo experto destaca la evaluación de riesgos a la hora de hablar de zonas inundables, ya que no todas suponen un peligro real. «El riesgo es producto de una amenaza que surge por una vulnerabilidad. Por tanto, las zonas de riesgo son aquellas potencialmente inundables donde se concentra un grupo de población», explica.

Actualización cartográfica

Algunas de las zonas de riesgo en la Isla se hallan en Ferreries, Alaior, Es Mercadal, Son Parc, Ciutadella o los huertos de Vergers de Sant Joan, un área de suelo rústico alejada del núcleo urbano de Maó que está adquiriendo un carácter residencial.   

A diferencia de lo que ocurre en Mallorca, los mapas de peligrosidad en Menorca no están delimitados con suficiente precisión. Por lo tanto, ninguna zona aparece catalogada como de riesgo por inundable. De ahí la importancia de actualizar los mapas de la directiva europea 2007/60 sobre la evaluación y gestión de las inundaciones. «Con la licitación de los trabajos técnicos por parte del Govern para esta nueva delimitación, creo que se empezará a evaluar a Menorca desde otra óptica», opina Salom, que considera «urgente» esta medida para hacer frente a las nuevas variables que implica el cambio climático, mientras que el también ingeniero Joan Morro, especializado en Urbanismo, entre otros muchos campos, se limita a estimarla «necesaria». «Muchas veces, las urgencias y el buen hacer son dos conceptos enfrentados», advierte. «Ahora tenemos todas las herramientas informáticas posibles y nuevos conocimientos para delimitar con exactitud», añade en contraposición a la misma situación hace 20 años.

«Lo que antes era una fuerte precipitación con pocas posibilidades de que se produjera, ahora será más probable que se convierta en una precipitación más extrema. En función del horizonte de los nuevos estudios, ya se tiene que aplicar un coeficiente de mayoración en caudales respecto a las estadísticas de lluvia pasadas, ya que a esta variable se suma ahora el cambio climático», cuenta. Él  incide en el hecho de que «el cambio climático provoca que las series temporales de lluvia ya no sean tan fiables como años atrás. «Cuanto más lejos te vayas de la serie temporal de la que dispones, menos creíbles son los datos. Si te sales de ella, suponer que las lluvias siguen una distribución estadística es ciencia ficción», subraya.

Ordenación urbanística

Este verano ya se ha podido comprobar que en núcleos como Es Mercadal, Alaior o Son Parc puede haber inundaciones, «algo que hace un año nos parecía una cosa utópica», recuerda Salom.

gg151124009 (10).jpg
La evacuación de pluviales de Alaior es un problema no resuelto.

Para ello, el crecimiento urbanístico ordenado es «la primera cuestión» que se debe abordar. El propio Fernando Salom ha estudiado y revisado algunos proyectos urbanísticos que pretendían levantar viviendas en zonas inundables. «En 2020 me contactaron para hacer un estudio de inundabilidad sobre un condominio de 51 viviendas y justo lo vi les dije ‘olvidaos de construir aquí porque es inundable y esto será un fracaso’. Aun así, los promotores querían seguir adelante porque era una parcela urbana y querían obtener su beneficio», apunta el ingeniero. Finalmente, la pandemia llegó y se llevó por delante a la promotora, que acabó quebrando sin poder llevar a cabo el proyecto.

«Hemos ido urbanizando cada vez más donde no toca. Lo ocurrido en Valencia debería ser un punto de inflexión que tendría que haberse dado hace mucho tiempo», reflexiona Morro, indicando que antes de edificar se debería atender a cuestiones como la posibilidad de hacer llegar el suministro eléctrico o de agua potable.

Tanques de tormentas

De cara a futuras precipitaciones más adversas,  Salom propone la instalación de tanques de tormentas, una especie de presas adaptadas a la red hidrográfica de la Isla. Para ello pone de ejemplo el caso de Es Castell, municipio que ya cuenta con uno y está en proceso de instalar otro más en Calesfonts.

«Estos depósitos permiten almacenar reservas de agua, ya sea para riegos u otras aplicaciones, y tienen un efecto laminador. Es decir, actúan como una presa retrasando la llegada de un volumen importante de agua. Por tanto, es una solución muy importante a tener en cuenta, sobre todo en zonas urbanas muy impermeables, como pueden ser los polígonos industriales», sentencia Salom refiriéndose al de Sant Lluís y al de Maó, cuyos pluviales evacúan agua que acaba en el Barranc de Rafalet y en los huertos de Vergers de Sant Joan, respectivamente.