Enrique Simó ofrece el martes una conferencia en el Club Marítimo de Mahón.

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Hay profesores para todo tipo de especialidades y materias. Enrique Simó lo es de espiritualidad y forma parte de colectivos que asesoran a organismos de la ONU o de Unicef. Hace pocos días recorrió varios países, entre ellos Guatemala y Puerto Rico, para presentar su nuevo libro «Los beneficios de una mente sana». El martes 12, a las 19.30, lo hará en el Club Marítimo de Mahón, presentado por Aurora Herráiz. Simó se ha convertido en uno de los conferenciantes más destacados en la formación de liderazgos y del cuidado del interior personal. Desde esta óptica valora algunas cuestiones de actualidad.

En las elecciones de Estados Unidos ha ganado Trump. ¿Teme a lo que pueda hacer?

—En la vida he aprendido a abrazar lo que venga. Desde mi punto de vista, adelantarse a un futuro que no ha llegado es un gasto de energía. ¡Y tiendo a cuidar mucho mis propios recursos! Es importante vivir el presente y actuar de acuerdo al momento.

¿Por qué gustan tanto los tipos malos o los antisistema?

—Si observamos el mundo en el que vivimos hay mucho vacío e insatisfacción interior. Hay ciertos prototipos externos que implícitamente pretenden llenar ese vacío, de ahí su atractivo. Con el tiempo se acaba constatando que son caminos falsos hacia un éxito aparente y efímero que a la larga produce vértigo, apatía o desazón en lo más profundo de nuestro ser.

¿Tenemos un problema grave de falta de liderazgo en la política?

—Tenemos retos en todos los ámbitos de la sociedad, en la política también. Para mí, el mayor desafío es recuperar la esencia de quiénes somos realmente para desde ahí contribuir a tomar las mejores decisiones que hagan de esta sociedad un lugar mejor. Eso nos implica a todos.

¿Por qué se tiende a destruir la imagen de los líderes?

—Construir o destruir, al final son decisiones personales.

¿Solo se puede tener una mente tranquila si uno prescinde de saber lo que pasa alrededor, donde parece que casi todo se hunde? Mucha gente ha dejado de ver o leer noticias.

—Como dije antes, hay dos mundos: el externo y el interno. Uno puede dejarse influir por lo de fuera, ya lo decía Séneca «ningún viento es favorable si uno no sabe a qué puerto va», y ser una veleta en función de lo que pase o fortalecer el mundo interior para desde ahí influir en lo de fuera. Lo externo conviene conocerlo y a la vez, no dejarse absorber por ello. No se trata de estar del todo aislado, sino abordar lo externo cuando lo interno está fuerte. Por ejemplo, por las mañanas yo no leo la prensa hasta que he hecho todas las rutinas mañaneras de mis meditaciones. Cuando leo la prensa observo lo que pasa y lo que yo puedo aportar, en lugar de dejarme contagiar por ella. La clave es observar sin dejarse absorber.

Se cumplen 35 años de la caída del muro de Berlín, que parecía abrir un futuro de esperanza. Pero la paz sigue siendo imposible y la devaluada democracia parece amenazada. ¿Cómo se compromete uno con la paz?

—Cuando estamos tranquilos estamos mejor, pensamos con más claridad, tomamos mejores decisiones y sentimos más plenitud. Sinceramente, el primer compromiso es con nosotros mismos. Antes de hacer nada, cuidar nuestro estado interior de paz. Ese compromiso lleva a todo lo demás. El fuego no se apaga con fuego. Un mundo más pacífico es posible si generamos esa paz dentro de cada uno de nosotros. Esto es tarea de todos los días. Es algo parecido a cuando alguien se prepara para una maratón, entrena todos los días. De la misma manera, el compromiso con el estado de paz de cada uno de nosotros puede contribuir a que acabemos con esa maratón externa del mundo convulso en el que vivimos.

¿Está justificado armarse por una causa justa?

—Lo dije antes, el fuego no se apaga con fuego. Esa es mi experiencia. La violencia siempre genera más sufrimiento.

¿Quedan líderes espirituales?

—Claro que sí, muchos de ellos anónimos. Veo a mucha gente que en su día a día contribuyen desde el amor, la paz, la humildad a que este mundo dé un salto cualitativo. Conviene mirar y apreciar esa espiritualidad en mucha gente que tenemos a nuestro alrededor.

¿Cree que la imparable IA va a permitir un mundo mejor?

—Podría ser, todo depende de cómo la utilicemos. ¡Y de la altura espiritual de quienes la programen!

¿Somos capaces de enseñar la bondad?

—De momento no lo hemos logrado con los seres humanos

¿Cómo hacer que cualquiera que trabaje para crear una IA comparta esa espiritualidad?

—Ese es el reto.

En su libro plantea el objetivo de tener una mente serena en tiempos de incertidumbre. ¿Cómo se consigue? ¿Tiene la fórmula?

—Creo que ha quedado claro, desconectando de lo externo para conectar con lo que somos realmente -paz, amor, disfrute- y desde ahí salir a lo externo. El viaje de la vida pasa por redescubrir, vivenciar y volver a articular nuevos comportamientos que sean coherentes con nuestra identidad más profunda. Esa que llevamos dentro y que sabemos que nos da la felicidad, la verdadera libertad de todo lo externo.

Al final, ¿lo único que podemos cambiar es a nosotros mismos?

—Sí, ¡es una maravilla! Y un viaje apasionante.

¿Cuáles son sus referentes personales?

—Cualquier alma que esté en su viaje personal. Si quieres que nombre personas concretas, una de las personas más sabias que he conocido es Dadi Janki, una mujer india que nos dejó a los 104 años y dirigió la organización Brama Kumaris hasta el último momento. Un referente de benevolencia, sabiduría, firmeza, humildad y amor. Hablaba poco, hacía mucho. Y, de alguna manera, sigue haciendo.