Vista de las paredes rocosas y los chalés en Cala Morell, donde los vecinos se quejan de la presión sobre los nidos de pardela y de la invasión de palomas. | Katerina Pu

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En los acantilados entre Cala Morell y Punta Nati se encuentra una de las principales zonas de nidificación del Mediterráneo de la baldritja gran o virot gros (Calonectris diomedea), también denominada pardela cenicienta, un ave catalogada como especie vulnerable a cuya algarabía nocturna –ya que durante el día permanecen casi siempre en el mar–, los vecinos de la zona se habían acostumbrado.

Ahora denuncian que el sonido de la pardela y sus polluelos va en descenso y, a cambio, proliferan las palomas que invaden terrazas, piscinas y cornisas, también crían en los recovecos de la pared rocosa y se han adueñado del territorio.

Varias palomas beben en la piscina de un chalé.

En la urbanización de Ciutadella se habla de «plaga» de palomas, bandadas que con sus excrementos afectan fachadas y otros elementos de las viviendas. Los residentes creen que las palomas, junto con los grupos de investigadores que de manera intensiva se introducen en los acantilados para buscar los nidos de la baldritja, están desplazando a la pardela hacia otros puntos de la costa.

Puede que la presencia humana que critican estos vecinos, «investigadores armados con potentes focos rojos y amarillos» que dirigen hacia el acantilado «cada noche de verano hasta altas horas de la madrugada», buscando pollos de baldritja, sea un factor de mayor presión sobre el ave marina que la convivencia con las colúmbidas.

Grupos de investigadores

«Siempre ha habido palomas en los acantilados y las pardelas son lo suficientemente agresivas como para no verse desplazadas, los huecos en los que anidan no son los mismos, no veo la relación directa», explica Pep Arcos, biólogo y coordinador del programa marino de la Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife), que realizó un proyecto de marcaje de aves en esta zona menorquina.

Esta ONG no es responsable de los grupos de investigadores que llegan cada verano como reprochan los vecinos de Cala Morell. SEO/BirdLife, señala el biólogo, realizó una campaña de marcaje en 2012 y después, en 2022, una reevaluación del censo de individuos de la que se considera la colonia más importante de Balears de la pardela. Revisando el territorio y el número de nidos la estimación fue de que existían entre 700 y 800 parejas.

Un ‘virot gros’ rescatado con un pedigonada en un ala.  | GOB

Los investigadores a los que aluden los residentes en los chalés de Cala Morell son estudiantes de la Universitat de Barcelona que realizan trabajos, actividades que requieren de la autorización del Servicio de Protección de Especies del Govern balear. Su presencia «constante», aseguran los vecinos, está haciendo que «huyan hacia el norte, hacia Punta Nati y sus nidos son ocupados por palomas».

Otra actuación que lamentan es la habilitación de algunas sujeciones de cuerdas, instaladas por estos grupos de investigadores, en las sendas que recorren para acceder a las cavidades donde se encuentran los nidos por la noche.

«Estos caminos también facilitan que lleguen otras personas y animales», por ejemplo los gatos, asilvestrados o domésticos, son depredadores de las aves y sus polluelos, «más que una investigación esto parece que son sus vacaciones, es una presencia constante, en aras de la ciencia están echando a la pardela», comenta un vecino de Cala Morell.

El Centre de Recuperació de la Fauna salvó y liberó con éxito ocho ejemplares en 2023

Durante el año pasado el Centre de Recuperació de la Fauna Silvestre del GOB rescató, curó y pudo liberar con éxito ocho ejemplares de baldritja que habían ingresado en sus instalaciones de Ciutadella. Las causas de la entrada en el centro, según su memoria de actividad de 2023, son desorientación y en una de las aves, un tiro recibido en un ala. El informe destaca precisamente este caso, ya que el ejemplar de baldritja gran o virot gros fue hallado en el mar con una fractura abierta de cúbito, causada por el tiro de un perdigón de acero. Después de una recuperación «lenta y difícil», destaca la memoria del centro de la fauna, e inicialmente una herida de pronóstico reservado, el animal pudo salvarse y se le devolvió la libertad.

El apunte

Dispositivo policial y falsa alarma por la presencia de luces en los acantilados

La presencia de personas con focos en el acantilado una noche generó la alarma e inquietud entre los residentes de Cala Morell. La policía llegó a montar un dispositivo para cazar a quienes deambulaban por los acantilados, cuentan los vecinos, pensando que podría tratarse de algún tipo de tráfico ilícito, pero no fue así, todo quedó en una anécdota. Los efectivos policiales se encontraron con tres jóvenes investigadoras universitarias que habían acudido al lugar de nidificación de la baldritja, al que los ejemplares adultos regresan solo por la noche. «Se llevaron un buen susto», relatan los testigos del particular suceso.