El diácono menorquín Jaume Denclar Quevedo, de 24 años, hoy (Catedral de Menorca, 11,30 horas) será ordenado presbítero con la imposición de manos del obispo Gerard Villalonga.
Tras cursar los estudios eclesiásticos en Valencia -en 2015 ingresó en el seminario menor-, su trayectoria personal está vinculada a la parroquia de la Mare de Déu del Roser des Castell. Recibió la ordenación diaconal en octubre de 2023. Desde entonces ejerce su ministerio pastoral en las parroquias de Sant Antoni Abad de Maó y Sant Climent. Y en la parroquia de Es Castell colabora con la catequesis.
¿Cómo surge la vocación para el sacerdocio?
— Es difícil decir tal día o tal hora. La llamada de Dios se va descubriendo a partir de la vida misma, conociendo poco a poco la mano de Dios en ella. Y es en el conjunto de la vida en el que reconoces lo que el Señor tiene pensado para ti. Es un proceso de fe en el que juega un papel muy importante la comunidad cristiana y la familia. En mi caso fue así: siempre me he reconocido muy acompañado en el discernimiento que he ido haciendo estos años en el Seminario.
Visto con perspectiva, ¿fue difícil y repetiría esta decisión?
— Fue muy rezada, muy meditada y muy contrastada. Tengo la conciencia de haber buscado la voluntad de Dios. Resulta tan difícil como cualquier opción de vida en la que tienes que decantarte por una u otra cosa, como el que se enamora. Y así como uno se enamora y es capaz de dejarlo todo por amor, así es el encuentro con el Señor y la opción por la vocación que te regala. Voy con la tranquilidad de no ir solo, y de no haber tomado esta decisión solo. ¿Volvería a tomarla? Sí, y la sigo tomando cada día. Es el permanente «aquí estoy» que diré esta mañana ante el obispo Gerard en la ordenación.
¿Quiénes le han aconsejado continuar?
— En todo el discernimiento he experimentado una gran libertad, y una gran misericordia. Y no tengo conciencia de que nadie me haya «aconsejado continuar», me explico: ante la tentación que surge tantas veces de tirar la toalla, siempre el Señor te da la fuerza de continuar hacia adelante.
¿Una sociedad impregnada de laicismo dificulta escuchar la llamada de Dios?
— A más ruido, mayor dificultad de escucha. Dios no se cansa de llamar. No tanto la vocación concreta al sacerdocio ordenado, sino en un primer momento a la vida cristiana. Dios no se cansa de llamar a quienes no creen, o que no están bautizados, o a los bautizados que viven como si no lo estuvieran; y los que nos reconocemos cristianos pero necesitamos de continua conversión. Dios no se cansa, más bien se nos acerca. Es importante que busquemos momentos de silencio para reconocer la voz de Dios.
¿Por qué hemos dejado de escuchar a Dios?
— Se ha cumplido la profecía del Génesis: hemos querido ser dios sin Dios. Estamos creados a imagen y semejanza suyas, y en nuestro ser más íntimo siempre tendemos hacia él. Nuestros anhelos de vivir siempre se refieren a Dios, otra cosa es que no sepamos dar respuesta a estos anhelos, a estos vacíos que vemos en nosotros, e intentemos dar respuesta con parches que de nada sirven. Nuestra misión es dar a conocer a Dios a través de nuestro testimonio de vida.
¿Cómo dar respuesta a la disminución de las vocaciones?
— El gran reto de la Iglesia es que todos los bautizados vivamos realmente nuestra condición bautismal, como hijos de Dios, anunciando sin miedo el Evangelio que nos salva. Si vivimos nuestra fe sin complejos, conscientes de cuál es nuestra misión, de todas las comunidades y ámbitos saldrán más vocaciones a la vida cristiana.
¿Qué puede aportar Jaume Denclar a Menorca, a la Diócesis y a los menorquines?
— Lo que soy y lo que puedo dar: mi fe, mis manos, y mis ganas de servir. Al fin y al cabo, seré ordenado sacerdote para colaborar con el señor Obispo en el servicio del pueblo fiel de Menorca, básicamente predicar y celebrar los sacramentos, que son las funciones principales y propias asignadas a los presbíteros.
Las promesas sacerdotales implican renuncias, pero también satisfacciones. ¿Cuál es su valoración?
— Toda decisión, cualquier decisión, supone renuncia, pero también aporta ganancias. En un mundo donde nadie se quiere comprometer por miedo al futuro, los cristianos sabemos de quién nos hemos fiado, como dice San Pablo. Estoy plenamente convencido e ilusionado con la decisión de ser sacerdote.
¿Cómo defiende la doctrina de la Iglesia en cuestiones como el aborto y la eutanasia?
—La doctrina sobre la vida de la Iglesia no es como una de esas piedras antiguas que se valora solo porque es muy antigua y hay que conservarla. La defensa de la vida surge de nuestro ser cristiano, de nuestra fe, y yo, particularmente la propongo con mucha humildad y misericordia, porque me fío de la Iglesia, que es mucho más grande que yo y no se deja llevar por intereses mundanos; y al ser temas muy dolorosos, situaciones delicadas en las que el acompañamiento ha de ser desde la misericordia divina.
¿Será caixer capellà?
— Supongo que sí. Aunque no podrá ser este verano por una pequeña intervención quirúrgica que tengo pendiente. Me hace mucha ilusión poder participar de ese modo en nuestras fiestas. Es una imagen muy plástica de cómo la Iglesia está donde tiene que estar, no solamente en la desgracia y en el dolor, sino también en las alegrías y las fiestas.
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