Joan Buades, en la sala de entrevistas de «Es Diari».

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Joan Buades (Inca, 1963) es profesor, escritor e investigador especializado en temas tan candentes como el turismo, la globalización y el cambio climático. Entre 1999 y 2003 fue diputado autonómico en representación de Els Verds y se convirtió en uno de los principales impulsores de la implantación de la fiscalidad ambiental sobre el turismo a través de la ecotasa. Este viernes visitó Menorca invitado por el grupo de tertulias políticas de la Associació de Vesins s'Enclusa, de Ferreries, y compartió su visión sobre cuestiones de relevancia social, ambiental y económica relacionadas con el turismo, como la masificación, la crisis de los recursos hídricos y la generación decreciente de riqueza del modelo turístico de Balears.

La conferencia de este viernes llevaba por título «La vía turística hacia la pobreza: lecciones desde Balears». ¿Por qué?

—En los años 70 se popularizó la vía menorquina del crecimiento. Por aquel entonces Menorca tenía la economía insular más equilibrada de Balears, frente a Mallorca y Eivissa que estaban ya muy enfocadas en el turismo. 50 años después, ese equilibrio menorquín ha desaparecido. Ahora hay el doble de turismo que en los años 90 y, en el conjunto del archipiélago, somos mucho más pobres. El 21 por ciento de la población de las islas está en el umbral de riesgo de pobreza y hay cuestiones tan básicas como el acceso a la vivienda que se han vuelto imposibles. Hemos pasado de un modelo en el que el turismo proporcionaba cierta riqueza monetaria a otro en el que la hiperespecialización turística nos ha empobrecido. Las lecciones de Menorca y el resto de Balears son las mismas que nos llegan desde Cancún o Antalya. Recibir más turistas no nos hace más ricos y tiene unos costes sociales y ambientales muy grandes.

¿Hasta qué punto afecta el turismo al cambio climático?

—La huella climática y ecológica del turismo es absolutamente insostenible. Un estudio hecho en Barcelona calcula que un turista genera ocho veces más dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero que un residente. La diferencia es tan grande por el medio de transporte que utilizan los turistas para viajar, especialmente el avión. Hay que reducir el transporte turístico, porque no tiene control y porque hace que la apuesta ciega por el turismo en Menorca y el resto de Balears no tenga futuro. Las consecuencias de la crisis climática son, entre otras, la pérdida de playas por el aumento del nivel del mar y el deterioro del clima, que harán inviable el territorio.

¿Qué alternativas hay al turismo?

—La inversión más grande que se ha hecho en Menorca es la continua ampliación del Aeropuerto. Debe bloquearse todo crecimiento de puertas de entrada a las islas y destinar esa inversión pública al desarrollo social. Tenemos que echar la vista a los años 70 y ver qué tipo de industrialización de tipo verde se puede instaurar en Menorca, solarizar toda la planta turística, reducir el consumo de agua y conservar la agricultura y la ramadería. Hay que mirar hacia un reequilibrio económico y reducir el sector turístico, empezar a plantearnos por qué no somos ricos si generamos tanto dinero con el turismo. Las grandes hoteleras de Balears figuraban en los papeles de Panamá. El dinero que se genera aquí no se queda en la comunidad, se va a paraísos fiscales.

¿Hemos sobrepasado ya la capacidad del territorio?

—Obviamente. Y tenemos que cambiar el chip. Los últimos datos indican que tenemos 12,3 turistas por habitante y año en Balears. Y esto no se nota en los bolsillos de la gente de manera positiva, sino todo lo contrario. Las fuerzas políticas no han hecho nada en los últimos 30 años para cambiar este modelo que dirigen, básicamente, las empresas. Algunas, como Airbnb, que viven de la irrupción masiva de viviendas de tiempo parcial para turistas, han destruido la calidad de vida de la población que reside todo el año en Balears.

¿Considera que la desestacionalización es una solución o todo lo contrario?

—El presidente Cañellas ya hablaba en los años 80 y 90 de la desestacionalización, pero desestacionalizar significa hacer lo que ya hacemos en verano el resto del año. Esto no contribuye de manera positiva ni al paisaje, ni a la tierra, ni al agua ni a la protección climática. Lo estamos viendo ya en la Serra de Tramuntana con los colapsos por el turismo masivo. Y hay que tener muy en cuenta la huella climática del turismo, porque no nos damos cuenta de la importancia que tiene. La temperatura global podría subir cuatro grados este siglo y es una catástrofe que afectará decididamente al Mediterráneo.

¿Hay que poner límites al turismo?

—Sin límites no hay futuro. Los representantes públicos son los que están autorizados para ponerlos, pero no quieren poner límites a nada y esto es como apostar por la barbarie y el caos total. Como en tiempos de Franco, hacen favores al sector turístico, inmobiliario y constructor. No miran por el interés general y esto no lo podemos permitir. La democracia en Balears se valorará históricamente cuando los ayuntamientos, los consells y el Govern dicten la política turística y territorial que ahora dirigen los lobbies. Está en juego el bienestar comunitario y el futuro de las islas.