Este proyecto privado para la movilidad eléctrica en Menorca se ha quedado fuera de los arcanos mecanismos de reparto de fondos europeos que se ha inventado la administración para canalizar la mayor lluvia de dinero público que se recuerda, una tormenta de inversiones que desde que se anunció ha desatado una lamentable carrera en la que ha faltado mucha información y en la que se han generado multitud de expectativas.
En la antesala de ese reparto, plagada de vendidas de moto, ha habido mucha gente que se ha ilusionado con las transformaciones que en teoría persiguen los fondos europeos, a muchas otras se les ha puesto el símbolo del euro en los ojos –como en los dibujos animados– con la idea de lucrarse. Y alguno de ellos ya ha facturado lo suyo a cambio hacer perder el tiempo a verdaderos emprendedores.
Si usted se encuentra entre los que en algún momento se ilusionó con los proyectos que se anunciaron con precipitación calculada cuando se estaba librando esa carrera a ciegas, es comprensible que la primera reacción sea enfadarse y culpar a la administración por negarle los fondos un proyecto tan atractivo (sobre todo para sus accionistas) como el que proponían Seat y Endesa. Pero, si tiene tiempo, párese a pensarlo dos veces. Dos multinacionales vienen a Menorca y exponen lo que serían capaces de hacer en un pispás si la administración estuviera dispuesta a financiar la inversión, a pagar esa fiesta de la sostenibilidad. Me parece que si esa cacareada apuesta por Menorca como territorio ideal para ejecutar el proyecto fuera real, dos gigantescas corporaciones como Volkswagen y Enel, que obtienen miles de millones de beneficio cada año, serían perfectamente capaces por sí solas de invertir ese dinero para ejecutar proyectos de movilidad sostenible tan ambiciosos sin necesidad de ayuda pública.
No se trata de poner en duda el deseo de los políticos, ni del sector privado de llevar a cabo esa transformación del modelo económico y ambiental que se supone que está en el espíritu de los fondos europeos en el camino a la recuperación económica tras la crisis de la covid-19. Sin embargo, sí hay que denunciar que los gobiernos de todo color están tratando de utilizar los fondos europeos para sus estrategias de conservación del poder y que las grandes empresas, en la práctica, los están usando como pretexto para postergar inversiones que, si cumplieran lo que dicen sobre su apuesta por la transición energética y por Menorca, tienen la obligación moral de ejecutar inmediatamente sin que las paguemos todos.