Hoy, gatos sanos, enfermos, domésticos y salvajes conviven en el mismo lugar. | Josep Bagur Gomila

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A principios de 2022 está previsto que empiecen las obras de construcción de la nueva moixera de Ciutadella. Se trata de un proyecto impulsado por la Protectora d'Animals de la localidad de ponent que obtuvo el apoyo popular en los presupuestos participativos correspondientes a 2018, convocados por el Consell. Ahora, más de tres años después, el proyecto llega a su fase final, y lo hace con un presupuesto que asciende a 176.436,86 euros, cifra que es más del doble de lo previsto inicialmente.

El proyecto que presentó la Protectora requería una inversión aproximada de 80.000 euros. Contemplaba una sala de 60 metros cuadrados que permitiera habilitar espacios separados para gatos en cuarentena, hembras, machos y madres con sus crías. Además, incluía una zona de patio de tierra de unos 100 metros cuadrados.

Ese proyecto evolucionó hasta convertirse en lo que se ha planificado como anexo al actual centro de acogida de animales. Eso es, un espacio con una superficie útil de 65,07 metros cuadrados, que contará con distribuidor, sala para cuarentenas, cuatro salas para gatos y cuatro patios exteriores, en una zona perimetral de unos mil metros cuadrados, contíguo a la actual patio para perros.

Pendiente de licencia

El Consell está pendiente de obtener la licencia de obras por parte del Ayuntamiento de Ciutadella. Luego, y una vez se haya aprobado definitivamente el proyecto en la propia institución insular, se prevé que los trabajos de construcción puedan empezar con prontitud, a principios de año. En este caso, las obras irán a cargo de Tragsa, empresa pública de la cual el Consell es accionista, «lo que agiliza mucho los trámites y los plazos», recuerda la directora insular de Cooperación Local, Nati Benejam.

Con la ampliación del centro de acogida de animales se pondrá solución a una larga reivindicación en Ciutadella, donde la custodia de gatos quedaba limitada a las posibilidades, las infraestructuras propias y el presupuesto de la Protectora d'Animals. Y es que cuando se construyeron las instalaciones en el Camí Vell, se planteó como albergue para canes, pero no para gatos. Luego, posteriormente se habilitó un pequeño espacio de seis por dos metros con un reducido patio de cuatro metros cuadrados. Un recinto mínimo que según defendía entonces la protectora obligaba a mezclar gatos perdidos o abandonados, tuvieran o no propietario, donde ejemplares enfermos, salvajes y caseros se mezclaban con los consiguientes problemas de insalubridad, contagios de enfermedades y falta de bienestar animal.