Imagen de la cantera de Son Salord, ubicada en las inmediaciones de Líthica, y que, en este caso, tiene recurso. | Sergi Garcia

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Sin existencias. Las canteras de marès de la Isla no dan abasto. La demanda es superior a su capacidad de extracción. Y algunas anuncian que entre el trabajo ya contratado y el ritmo de producción, los pedidos que se hagan a partir de ahora no podrán suministrarse hasta dentro de un año. Los constructores están preocupados. No pueden satisfacer la demanda de sus clientes.

Este boom se produce por el repunte de la rehabilitación y reforma de casas tradicionales menorquinas y predios, ya sea para el disfrute de sus propietarios o para darle un uso turístico. Estos inmuebles buscan la tradición de la Isla, y por tanto, el mantenimiento de materiales que hablan de Menorca y su paisaje.

Y tanto interés por el marès ha acabado desabasteciendo las canteras en activo. «Estamos diciendo ya que no se puede, porque no hay stock, no pueden servirnos», asegura un empresario de la construcción. Quien añade que «estamos ante un problema real» porque aunque en algunos forjados es posible traer de fuera sustitutivos, en otro tipo de actuaciones no hay opciones.

Este repunte de trabajo inesperado para los explotadores de las canteras se suma a otros factores que acompañan esta actividad. Por un lado, el número reducido de canteras activas dedicadas a la extracción de bloques, por otro, la falta de relevo generacional en algunas de ellas y, finalmente, el fin de la vida útil de las canteras, hasta el punto de que, para alargar esta extracción, algunos propietarios han aprovechado las excavaciones (para levantar bloques de pisos) para hacerse con la piedra y luego tratarla en su cantera.

Menorca tiene ahora tres instalaciones dedicadas a la extracción de bloques. La de Alcalfar Nou es la única de la zona de Llevant. El trencador Fèlix Olives asegura que su producción es prácticamente residual. Trabaja solo y «voy poco rápido». Está a los 18 o 19 metros de profundidad y estima que la vida útil de su cantera ronda los cinco años. «Más no», asevera.

En Ciutadella hay otras dos en activo. Ambas están ubicadas en la zona de Líthica. A la cantera Pons Caules le quedan en torno a dos años de actividad. Se queda sin recurso y sin relevo generacional. Su responsable Toni Pons explica que el límite está fijado en los 36 metros de profundidad cuando actualmente trabaja a los 32 o 33 metros. Le quedan en torno a dos años para llegar a las últimas vetas de la piedra. No le interesa acelerar el ritmo de la extracción, ya que a mayor actividad menor será la vida útil de su cantera y, por tanto, de su trabajo.

Además, todos los trencadors aseguran que el proceso de extracción y tratamiento de la piedra de marès es muy artesano, laborioso y requiere su tiempo. «No puedo coger más trabajo hasta dentro de cuatro o cinco meses», agrega Pons.

Por su parte, la cantera de Son Salord, propiedad de Tóbal Torres, sí tiene recurso para rato. Pero tampoco da abasto. En unos pocos años acabará siendo la única que quede en activo. Asegura que «es un oficio en vías de extinción, sin atractivo para generaciones futuras». En años anteriores «suministrábamos con sobrada holgura», estaba equilibrada la actividad extractora con la demanda. Iban a la par. Pero ahora la construcción demanda más materia prima de la que podemos suministrar. Además, indica que la filosofía actual de las obras, basada en una actividad que avanza a buen ritmo, no encaja con el trabajo laborioso de la extracción de la piedra. Todo ello unido al boom de la rehabilitación y la apuesta por el estilo tradicional menorquín, la actividad ha acabado saturándose.