En la actualidad Rotterdam es su nuevo hogar, el lugar en el que Pau Marquès quiere desarrollarse como músico

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A pesar de su juventud Pau Marquès Oleo tiene ya un interesante recorrido como intérprete y ha colaborado con artistas de distintas disciplinas en Holanda, el país que eligió para afincarse, completar su formación y arrancar su carrera profesional. Este violoncelista de Ciutadella decidió partir desde Barcelona, donde estudió el Grado Superior de Música, primero hacia Utrecht. Allí amplió estudios de interpretación en la Hogeschool voor de Kunst Utrecht, Universidad de Arte de la que forma parte el Conservatorio de la ciudad de los canales. En la actualidad Rotterdam es su nuevo hogar, el lugar en el que quiere desarrollarse como músico.

Antes de estudiar en el Liceu, ¿cómo se inició en la música?
— Cuando estaba en Menorca estudié en la Escola de Música de Ciutadella y en el Conservatorio de Maó, y tengo que decir que estoy muy satisfecho de la educación musical que tuve.

Le ha permitido tener el nivel para estudiar fuera.
— Sí, cuando sales ves que te han preparado bien. Los miembros del Quartet Aguinaga fueron mis profesores, un poco la pasión por la música de cámara viene de ellos. Yo tuve en Utrecht una profesora muy reconocida, Timora Rosler, y estoy muy contento por ello, pero también es bueno reconocer y agradecer el trabajo de los profesores que hubo antes y que están en Menorca.

¿Y por qué se marchó a Holanda?
— Cuando terminé la carrera en Barcelona tenía la sensación de que necesitaba desarrollar aspectos técnicos del instrumento y trabajar mi manera de estar sobre el escenario. Necesitaba el máster pero en España era más difícil y caro. Contacté con diversos profesores, dos compañeras del Liceu habían estudiado antes con Rosler en Utrecht, fui allí a dar una clase y me gustó.

¿Así de sencillo?
— Di clases con otros profesores pero en la prueba con ella la vi con muchas ganas de trabajar conmigo, pensé que era una buena opción. Es difícil, en una hora debes tomar una decisión, pero yo lo tuve claro. También sabía que mis amigas estaban contentas con la profesora y Utrecht me transmitió una sensación agradable, me dije «aquí podría vivir».

Y lo logró. ¿Obtuvo alguna beca?
— Sí, conseguí una beca de una fundación privada de Barcelona, que da ayudas para ampliar estudios en el extranjero, la Fundació Pedro i Pons, para las matrículas y el material; para el resto agradezco el soporte de mis padres Joan y Maria Antònia. Aunque hay que decir que un año de máster me ha costado la mitad de lo que costó un año del Grado Superior. En Holanda todas las carreras tienen el mismo precio, y hay muchas ayudas sociales, tanto para vivienda como educación, aunque vienen de políticas de los 90, una época más de izquierdas, y ahora también van desapareciendo, yo por ejemplo no he tenido beca de estudios. Aún así, hay más becas que en España.

Sin embargo en Rotterdam ya está viviendo por su cuenta, y la música es un trabajo incierto. ¿Requiere mucho esfuerzo?
— Cualquiera que quiere hacer lo que realmente le gusta sabe que detrás hay un gran esfuerzo, tanto para un músico, como el que quiere pintar o quien desea abrir un negocio. Cuando comienzas por ti mismo no hay tanta diferencia. En Holanda he notado que ese esfuerzo tiene un apoyo detrás, hay una estructura que ayuda a todo aquel que quiere comenzar. Yo como músico soy autónomo y emprendedor, y obviamente no me hago rico, pero puedo vivir con tranquilidad y hago lo que me gusta, gracias a esa estructura.

¿Cómo es esa ayuda?
— Por ejemplo pagas una tasa de autónomo que son 50 euros y ya no pagas cuota mensual. Claro que me tengo que pagar un seguro privado pero para eso tengo una ayuda del Gobierno hasta que empiece a ganar más. También hay exenciones fiscales, por ejemplo del IVA, al principio.

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Holanda celebró la semana pasada elecciones y se frenó la subida de la extrema derecha de Geert Wilders. ¿Cómo ha vivido este momento político?
— Por suerte no ha ganado, los holandeses tampoco suelen hacer nunca nada muy extremado y tienen un sistema político que funciona por coaliciones y se tienen que poner de acuerdo sí o sí. He seguido las elecciones con amigos holandeses que podían votar, porque ahora mismo hay muchas cuestiones sobre la mesa en este país.

¿Cuáles destacaría?
— Sostenibilidad, porque a Holanda el cambio climático le afecta dramáticamente, porque estamos por debajo del nivel del mar; también todo lo relacionado con la convivencia de las culturas que hay aquí, que es una riqueza que tiene como país, la gran diversidad. En Rotterdam todos nos sentimos rotterdamers aunque la mitad de la población, incluso el alcalde, no sea de origen holandés.

(El socialdemócrata Ahmed Aboutaleb llegó de Marruecos a Holanda siendo adolescente y en 2009 fue noticia por ser el primer edil musulmán de Europa).

¿Qué habría pasado con una victoria populista?
— La extrema derecha tenía un programa devastador en este aspecto de la diversidad. No creo que nos hubiera afectado a los ciudadanos europeos, pero habría tirado por tierra los valores sobre los que se sustenta este país, la apertura de ideas, la libertad de expresión, cultural y de todo tipo, han sido pioneros en derechos. Hubiera sido un golpe y por suerte no ha sucedido.

Volvamos a la música. Participa en dos formaciones, Camus Trío y Belinfante Quartet. ¿Qué proyectos tiene?
— Con el trío Camus estamos preparando «Las cuatro estaciones porteñas» de Astor Piazzolla, música que intentaremos unir con poesía sudamericana. La experiencia del concierto puede beneficiarse mucho de la colaboración con otras disciplinas. Tenemos otro proyecto que se llama «Muziek tegen Macht», que significa música que va contra el poder. A partir de textos de Albert Camus y con música de Dimitri Shostakovich; los dos tienen obras que cuestionan el poder y el autoritarismo.

La música como vía de expresar un mensaje reivindicativo.
— Es que la música también es expresión de ideas, las sugiere de manera abstracta. Los compositores escriben con una idea o motivación en mente, influenciados por el contexto histórico, social y personal. Los músicos tenemos mucha información sobre lo que tocamos y si la traemos sobre el escenario el público puede disfrutar más, se refuerza la experiencia musical.

¿Es tendencia ahora?
— Sí, es algo global, se hace también en Menorca y Barcelona, quizás aquí en Holanda hace más tiempo, y en el máster nos han insistido en esto, no solo cómo tocar la partitura sino también cómo diseñas todo para que el público se lleve el máximo de esa pieza. Con el cuarteto de cuerda comenzaremos un proyecto que nos han pasado nuestros profesores, Utrecht String Quartet, que es un arreglo de piezas de Tchaikovsky pensadas para niños, y se hará en colaboración con un ilustrador. Se debe pensar la manera de que una disciplina no interfiera en la otra, encontrar un equilibrio. Se llama « Kinderalbum» y aún está en laboratorio.

¿En qué otros montajes va a trabajar?
— Voy a colaborar con el actor Brecht Hermans en una adaptación de «Los hermanos Karamazov» de Dostoievski, en la que el mismo público se convierte en actor y el violoncelo hace de hilo conductor musical. También voy a trabajar con la artista visual Cordelia Alegre y el bailarín Jamie de Groot sobre la «Suite para violoncelo solo número uno» de Benjamín Britten, que incluye música, proyecciones de videoarte e intervenciones de movimiento, llevando al escenario los temas principales de su obra y enlazándolos con los problemas actuales.

Tiene trabajo, amigos, alumnos a los que da clases y habla ya holandés, está adaptado. ¿Se quedará?
— Creo que me quedaré mientras me sienta a gusto. Aunque en la distancia se echa de menos a los seres queridos, cuanto más tiempo pasa más difícil es marcharse. Rotterdam es una ciudad con mucho espacio y eso ayuda a que fluyan las ideas. Aunque su centro histórico fue completamente destruido en la II Guerra Mundial y reconstruido totalmente nuevo, han sabido darle carácter. Esta ciudad está dada la vuelta, la parte antigua que sobrevivió está fuera del centro y el puerto es enorme, no lo ves de una sola vez. Esta conexión con el mar y el viento, que sopla muy fuerte, me recuerdan a Menorca. El viento, en el paisaje holandés tan llano y humanizado, nos recuerda la fuerza de la naturaleza.