Mateu Mir, Albert Moragues y Jesús Barber, este viernes en la biblioteca de la Fundació en Maó | David Arquimbau

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«Él puede hacer lo que queríamos hacer nosotros y no podíamos». Con esta frase resumía este viernes el presidente de la Fundació Rubió, Albert Moragues, los motivos por los que el patronato decidió hace una semana alquilar a 30 años la finca de Mongofra Nou al empresario Dimitri Sturdza, como la única vía, aseguró, para dar la vuelta a una situación económica «complicada». Con el contrato firmado el pasado día 11 -y cuya primera anualidad de 120.000 euros ya ha sido abonada-, la Fundació calcula que puede obtener en un quinquenio un beneficio de medio millón de euros, que provendría del ahorro en mantenimiento de su sede y de los ingresos por el arriendo de la finca.

Así lo señaló el tesorero de la entidad, Mateu Mir, quien cifró el presupuesto de gasto anual de la Fundació, durante los últimos tres ejercicios, en una media de 300.000 euros, de los cuales un 55 por ciento se ha destinado a Mongofra, para su personal y mantenimiento, y un 45 por ciento la biblioteca y la administración. Los cálculos hacían prever que en 2020, sin que subiera el gasto de la finca pero sí contando con la bajada del rendimiento de los fondos de la Fundació, la entidad tendría un saldo negativo de 450.000 euros muy difícil de remontar. «La evidencia es absoluta», afirmó Mir, ante el vuelco a la situación económica que da el alquiler de la sede.


Ingresos

La Fundació se nutre de los fondos dotacionales que «están divididos en cuatro partes» e invertidos, explicó Mir, «en renta fija, renta variable, rentas inmobiliarias y en turismo». Son fondos «blindados», señaló, y para moverlos «debemos pedir permiso al Protectorado y tener un acuerdo del pleno del patronato». El rendimiento de este capital ha descendido los últimos años, especialmente la renta fija, en tipos negativos, explicó Mir.