Amiga personal de la presidenta del Consell, Maite Salord, Esperança Camps explica en su primera entrevista las ganas que tiene de contribuir al cambio al frente de un cargo público que nunca imaginó. | Kika Triay

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Esperança Camps Barber (Ciutadella, 1964) ha pasado de ser testigo de la actualidad política, como periodista, a ser protagonista del cambio en las Islas. De sufrir la falta de libertad de información como redactora de Canal 9 a proclamar la independencia de IB3. Y de ser parte activa de la cultura, como novelista, a gestionarla desde la administración. La presidenta del Govern, Francina Armengol, le ha confiado la Conselleria de Cultura, Participación y Transparencia y ella la ha llenado, como nunca antes, de menorquines. Hasta seis coincidirán esta mañana en su primera reunión de trabajo conjunta de la semana.

— No es nada buscado, pues la secretaria general técnica, Ruth Mateu, ya vive en Mallorca. Ella es la columna vertebral de un equipo en el que también están Natalia Pérez, Itziar Lecea al frente de Comunicación, Marta Fuxá, que será una gran directora de Política Lingüística, y Jaume Gomila, que llevará Cultura.

Este último nombramiento ha sorprendido porque fue un cargo del anterior gobierno del PP.
— Lo sé, pero la sorpresa no es precisamente que nosotros hayamos confiado en él. Aunque haremos política de otra manera, sin imponer nada, sabemos que habrá críticas, pero no está bien que las haya antes incluso de empezar a gestionar.

¿Qué debe hacer un director general de Cultura que hasta ahora no se hacía con el PP?
— Para empezar, sacar la cultura de los despachos. La cultura no es una maría, sino una fuente económica que puede dar trabajo a mucha gente. Y aunque al principio se subvencione, la idea es que todos acaben viviendo de lo que hacen. Para ello, habrá que poner orden en el Institut d'Estudis Baleàrics. El que nos hemos encontrado es un monstruo que había perdido su razón de ser, pues aglutinaba muchas funciones que no le correspondían. Y nosotros lo queremos convertir en un instituto que, con Pep Cerdà de director, gestione todas las actividades culturales propias del siglo XXI.

¿Le duele especialmente la situación de la cultura en Ciutadella: Can Saura, el Teatre des Born...?
— Sí, porque Ciutadella es una ciudad muy culta. Tenemos el mayor número de pintores por metro cuadrado, y el premio de dramaturgia mejor dotado de España, pero no un teatro en el que representarlo. Y no es que falten infraestructuras, sino que éstas han sido mal gestionadas. En el caso de Can Saura, es completamente irracional que un juzgado esté en el centro. La ciudad debe estar pensada para las personas, no para satisfacer las necesidades administrativas.

¿Ya se cree que sea consellera?
— Me ha cogido por sorpresa y aún no lo entiendo, pero supongo que habrá influido la amistad y la confianza de muchos años con Maite Salord. Y mi experiencia en Canal 9, que les resulta interesante para confiarme la misión de recuperar IB3.

Que las oficinas de la Conselleria estén ubicadas en el Palma Arena y usted haya pasado de ser despedida de Canal 9 a defender la libertad de información en IB3...
— Es muy poético, pues el Palma Arena es el emblema de la falta de transparencia de gobiernos anteriores. Puede ser un lugar incómodo, pero trabajar allí nos recordará a diario cómo no se tienen que hacer las cosas. La Conselleria es más que cultura y con la transparencia y participación podremos explicar mejor el cambio. No solo hay que renovar personas y cargos, sino cambiar la manera de gobernar. Es lo que los ciudadanos nos demandan.

¿Qué tal su primera semana?
— La hemos dedicado a conocernos y a llevar una primera propuesta al Consell de Govern: la reentrada de Balears en el Institut Ramon Llull. Interesa mucho a la presidenta Armengol, que quiere tender así puentes de diálogo con los demás territorios de habla catalana.

¿Es posible que IB3 deje de depender tanto del poder político y sea un medio público independiente?
— Sí. El Govern debe quitar las manos de IB3, que debe funcionar de una manera profesional, autónoma y al servicio del ciudadano. IB3 es ahora un caos ya que, de los 9 miembros del consejo de dirección, todos ellos elegidos por el PP, 6 tienen el cargo caducado desde marzo. No se me ocurre una anomalía mayor. Así que los grupos parlamentarios buscan ahora personas de consenso, no marcadas políticamente, para sustituirles. Y luego quedará nombrar a la directora o director general. Hay que darle la vuelta a IB3 de un modo profesional. La consellera no irá a IB3 a poner o quitar cargos, porque es lo que he denunciado toda mi vida en Canal 9, sino que tratará de evitar manipulaciones, cambiando la ley si hace falta. Antes de septiembre se habrá renovado el comité de dirección. Y espero que el 23 de julio el pleno del Parlament deje resuelto el nombramiento de la directora.

El Foment Cultural ya le ha criticado que restablezca el modelo lingüístico de la UIB en los informativos y termine con el artículo salat.
— ¿Pero quién es el Foment? ¿qué autoridad tiene en el ámbito lingüístico? Su planteamiento es una aberración, devolveremos a la UIB toda la autoridad para decidir el modelo en la tele y la administración.

¿Dejará de haber, entonces, un topónimo bilingüe Maó-Mahón y volveremos solo al Maó?
— Así es. Espero que el nuevo Ayuntamiento dé el paso, pero si desde la Dirección General de Política Lingüística podemos hacer algo, Maó volverá a ser solo Maó. Estas cosas no se pueden decidir desde las mayorías políticas, como hizo el PP. Hace falta un árbitro, y éste es la UIB.

Hay quien dice que eso es someterse al catalanismo...
— Reducir el menorquín al simple hecho de salar o no un artículo es ridículo. Ni Maite Salord ni Pau Faner escriben con el mismo registro con el que hablan. Aquí hablamos catalán, pero no por ello somos catalanes. Es una cuestión de cultura y lengua, no de territorio o país.

¿Entiende que el PP no tuviera área de Política Lingüística?
— Entiendo el odio que esta gente siente hacia la propia identidad y cultura, porque lo he sufrido en Valencia. Se vio con la Ley de Símbolos, que ahora hemos derogado.

¿En qué se traducirá la participación y la transparencia?
— En publicar, por ejemplo, la agenda de los consellers, también la privada; en comunicar todos los regalos institucionales que reciba y aclarar el uso que haga del coche oficial. También queremos rebajar el numero de firmas necesarias para impulsar una Iniciativa Legislativa Popular (ILP), y así hacerla más accesible. Las sesiones de control no son para que los consellers se exhiban. El Parlament necesita menos teatro y más efectividad.

Periodista y escritora, ¿cómo se ve la política desde dentro?
— Se ve muy rara todavía. Una semana es poco tiempo para acostumbrarme a que me digan buenos días, consellera, o que me esté esperando fuera el coche oficial. No estoy hecha para estas cosas.

¿Estos cuatro años darán para una novela, cuando salga?
— Para una o 25 (se ríe). Hasta ahora he tenido jornadas tan intensas que no me ha dado tiempo. A veces me levanto de madrugada con una idea en la cabeza, pero ya son sobre la Conselleria, no para una novela.