Alemania ha restaurado el panteón del teniente enterrado en el cementerio anglicano | Gemma Andreu

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El Ministerio de Exteriores alemán, a través de su embajada en Madrid, ha financiado la restauración del panteón ubicado en el cementerio anglicano, en el puerto de Maó, en el que está enterrado el teniente de navío Karl von Bunsen. Fue un oficial de la marina imperial y amigo personal del emperador Guillermo II, que falleció por la malaria mientras navegaba cerca de Menorca.

El vicecónsul alemán en España, Reinhard Paichrowski, visitó ayer la Isla para comprobar in situ los trabajos realizados en el panteón. Lo hizo acompañado de los militares españoles,  el coronel de artillería Oriola y el capitán de infantería Blesa, así como del cónsul honorífico alemán en la Isla, Matthias Roters, y del arquitecto que ha supervisado los trabajos, Hans Roters. Unas obras que han implicado la mejora de las rejas, las piedras y la lápida.

Amigo del káiser
Reinhard Paichrowski recordó la figura de Karl von Bunsen (24 de diciembre de 1856-28 de marzo de 1890), quien murió en las cercanías de Menorca al regresar de un viaje por África, donde se contagió de malaria.  «La marina alemana le enterró aquí, y un año después volvieron para darle un pequeño panteón», señaló.

Se da la circunstancia de que Von Bunsen era amigo personal del káiser Guillermo II. Ambos tenían edades parecidas y, tras la muerte del oficial, el emperador realizó hasta dos viajes a Menorca para visitar su tumba, durante la década de los años 90 del siglo XIX.

Para las autoridades germanas, el hecho de que uno de sus oficiales fuera enterrado en un «cementerio de otros países que después serían enemigos en las dos Guerras Mundiales, supone algo extraordinario», y sirve de ejemplo del buen ambiente que reinaba durante el siglo XIX entre los países europeos.

Sin embargo, este no es el único ejemplo de un soldado alemán enterrado en España. «Hace dos semanas estuve en Cuacos de Yuste, en Cáceres, donde está el cementerio militar central, con 180 muertos de la Primera y la Segunda Guerra Mundial», señaló. «Murieron en la aviación y la marina alemana, en la periferia de la Península, de las islas, en el Mediterráneo o en el Atlántico. Eran tripulantes de aviones o submarinos que fueron hundidos, la mayoría, cerca del cabo Ortegal». Así, Paichrowski indicó que su país cuenta con «un organismo que se encarga de cementerios en 45 países, y cuida de más de dos millones de tumbas de soldados caídos. En España hay casi 200 hombres, la mayoría jóvenes que no tenían ni 20 años cuando murieron».