Ángel, con su mujer y su hijo. La familia se ha adaptado bien a este nuevo cambio | A.L.

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Videollamada a las cinco de la tarde y aparece en la pantalla del ordenador Ángel Llull, menorquín expatriado desde hace casi medio año en Estados Unidos. Allí, en San Francisco, son las 8 de la mañana, así que la entrevista virtual se realiza en su oficina, desde cuyos ventanales se ve el skyline de la ciudad. A miles de kilómetros de distancia puedo apreciar la silueta de los grandes rascacielos en la zona de negocios de la urbe californiana, donde el mahonés reside con su mujer, Ester, y su hijo Biel, al que desea educar en el país norteamericano pero «sin que pierda nunca sus raíces menorquinas».

¿Qué le ha llevado hasta la costa oeste de Estados Unidos?
— Motivos laborales. La verdad es que he vivido en muchos sitios, he estado en Polonia, Alemania, Canadá, Mallorca, en el Pirineo de Lleida y en Barcelona; he estado dando vueltas desde los 19 años, cuando salí de Menorca. Llegué a San Francisco desde Barcelona, donde estuve los dos últimos años y medio. Allí me encargaba del sur de Europa y norte de África para Booking y me ofrecieron dar el salto. Ir a la central de la compañía en Amsterdam o dedicarme al mercado americano, y decidimos venir. Era una oportunidad muy bonita.

¿Su primera parada fue San Francisco?
— No, al llegar estuve unas semanas en Nueva York, pero la parada más larga es en San Francisco, donde resido, aunque estoy viajando muchísimo en estos meses, por Estados Unidos y Latinoamérica. Tenemos entre 40 y 50 oficinas en el continente y una de las sedes es esta.

¿Siempre se ha dedicado al sector del alojamiento on line?
— No, yo procedo de la hostelería, no vengo del mundo on line, y estuve unos ocho años en una empresa con hoteles en Alemania, Polonia y Baleares, IBB. Empecé allí como director de hotel, pasé a la dirección general y después entré en la firma Eurostars, donde me dedicaba a la parte de expansión, a la compra-venta de inmuebles hoteleros. El salto al mundo on line me vino de la mano de la empresa Booking.com y la verdad es que estoy muy satisfecho.

¿Crece cada vez más el hábito de reservar por internet?
— Sí, todo lo que es el comercio electrónico va a más, esto es un hecho, y también dentro del sector turístico, al final es una tendencia del usuario y con las nuevas generaciones más todavía. No solo es el futuro, es ya el presente, por la penetración que tiene, y no solo con el alojamiento sino con todo tipo de comercio.

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Ese comercio electrónico ¿avanza al mismo ritmo en América y en Europa?
— En Estados Unidos el usuario está ya muy acostumbrado al e-commerce ya no solo para hoteles sino para cualquier cosa, desde hacer la compra por internet a cualquier tipo de servicio profesional, como contratar seguros, y lógicamente, para las reservas turísticas también. Quizás esté un pelín más avanzado que en Europa lo que es el uso de dispositivos móviles y de tablets. En Latinoamérica varía mucho según los países, hay algunos en los que la penetración de internet es más lenta. Pero también es una manera de empezar desde cero y con crecimientos mucho más grandes que en otros lugares, así que nos está yendo bien.

¿Cuál es su cometido como director regional del portal?
— Soy el responsable de los resultados de Booking.com en las Américas, llevo el negocio en este continente, y eso significa que me ocupo del departamento comercial, de operaciones, contenidos y recursos humanos...,en resumen, de la gestión de la empresa.

¿Booking es una empresa turística o más bien tecnológica?
— Booking.com es una empresa que originalmente surgió en Holanda y que ahora forma parte de Priceline.com, un grupo norteamericano. De hecho es mucho más complejo de lo que parece, es mucho más que una página web, al final del día es una empresa tecnológica, y el soporte que hay detrás es muy grande. Y como cualquier otra multinacional la gestión del día a día también lo es, se diferencia de otras empresas en el importante componente tecnológico.

¿Ha cumplido sus aspiraciones con este trabajo o le queda algún objetivo pendiente?
— El mundo universitario me gusta, he dado clases en algunas escuelas de negocios y, profesionalmente, tengo una especie de ilusión con Harvard, de dar clases allí o participar en algún curso. Además tengo un sueño más personal, que es que mi hijo crezca en Estados Unidos sin perder las raíces menorquinas. Que sepa de la Isla, que es parte de mi vida aunque pase más tiempo lejos de Menorca que en ella, que Biel pueda ir a Punta Prima o pasear por el Carrer Nou.

¿Añoranza?
— Sí, al final soy menorquín. El otro día estábamos paseando y vimos Queso Mahón en una tienda y casi paro a la gente para decirles «¡mira! este producto es de mi tierra», claro, te sientes muy orgulloso.

Pero siendo como es un menorquín viajero, la adaptación no habrá sido tan dura...
— No. San Francisco tiene mar, que al ser isleño es lo que más me hace falta, y al haber vivido antes en Canadá el impacto no ha sido tan fuerte. Se echa mucho de menos la comida y lo que sí se nota es que aquí todo es grande..., las distancias son grandes y hasta el tamaño de un paquete de azucar, todo es gigante. San Francisco es una ciudad cara para la vivienda, tanto como Manhattan, y para todo lo relacionado con los niños, la guardería por ejemplo, pero también es una ciudad muy diversa e internacional, hay mucha gente de paso, supongo que el buen clima ayuda. Y es culturalmente muy rica, en música y literatura, abierta, cuna del movimiento homosexual en todo el mundo y con lugares interesantes cerca para visitar, como el desierto de Nevada, el parque Yosemite o el Silicon Valley.