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Un escenario silencioso vestido tan solo con piano y silla de cantaor. Parecería increíble que la entrada del "cantaor cantante", como Miguel Poveda se definió a sí mismo, pueda llenar de luz coloreada, ornamentar con tan solo su presencia a la que suma luego la voz.
Elegante, en la presentación y movimiento, cercano, cómo puede ser tan maestro y a la vez, te preguntas, tan joven.

Comienza a cantar, despliega su voz sobre quienes ocupan las butacas del Teatre Principal de Maó, que en pleno espera su arte. Y no defrauda, hila melodía, expresión corporal y compás. De modo que cuando se encoge y sufre su cuerpo acompañando la estrofa, sufre el nuestro, que le observamos, y si se desborda en la alegría del amor y lanza los brazos por encima de su cabeza en el canto a la vida, se nos expande el pecho a todos los asistentes. Miguel nos lleva, nos trae, nos hace sentir emociones que teníamos guardadas para momentos como este, en que no sacarlas a la luz sería un derroche de pena.

Acompañado por la nobleza y elegancia de Joan Albert Amargós al piano, al que con un gesto entrañable felicita con tarta vela, y Miguel, tarareando el cumpleaños feliz, otorga al artista la confianza que en esa complicidad de años celebrados juntos se adivina.
Al otro lado Chicuelo, equilibrando una nave que durante más de dos hora llevó al teatro de Maó de emoción en emoción con su rasgueo, con el pellizco del flamenco que pone un guitarrista como él, que pespunta como un guante de seda la voz de Poveda, lo deja respirar, que lo salva en el "quejío" y lo empuja en el compás, hace emocionarse al que esta crónica relata y reafirmarse en la fortuna de pertenecer en un trocito a este arte tan grande que es el flamenco.

Desde el Lole y Manuel a Morente, desde Serrat a Valderrama, desde Carmen Amaya al maestro León, en el filtro de la voz de Poveda todo suena a alegría, arte, convierte el escenario del teatro en un rincón íntimo y haciendo honor al nombre del espectáculo parece que canta a tu oído entre la multitud.

Tanta emoción y disfrute es posible gracias a su delicada voz y también al esfuerzo y minucioso trabajo que realizan quienes lo traen a la Isla, Joventuts Musicals de Maó, que hasta con un humilde ramo de flores quieren transmitir: gracias Miguel, qué cerca está contigo el flamenco.

Pienso como artista, coincidiendo con Poveda al agradecer a todos quienes en tiempos tan difíciles deciden acudir a un espectáculo que lo que pasó anteayer dentro del teatro ha de llegar a la casa del más humilde, de donde el flamenco nace.