Perfeccionar su dominio del inglés, esa "espina clavada" que tenía al finalizar sus estudios superiores en Barcelona, fue lo que le dio el impulso inicial para trasladarse a Irlanda. Impelida por ese deseo, más bien una necesidad, Maria Avilés Sintes ha sido durante los últimos ocho años una viajera impenitente, residiendo en Dublín, Leeds, Londres, Marruecos, Guangzhou (en español traducido como Cantón) y Leeds, además de haber conocido Thailandia, Myanmar (Birmania), Japón y la zona central del gigante asiático.
Fue precisamente ese destino, China, el que más le impactó y donde pudo llevar a cabo "un cambio profesional" que no acababa de llegar, y que le permitió pasar del sector tecnológico a un trabajo más relacionado "con lo ambiental, lo humano, el desarrollo internacional y la Responsabilidad Social Corporativa (RSC), lo que realmente me gusta", asegura, ámbito en el que se ha especializado realizando un Máster en Sostenibilidad, Gestión Ambiental y Dirección de Proyectos en la Universidad de Leeds, Reino Unido.
Ahora, durante un paréntesis vacacional junto a su familia en Sant Lluís, la joven narra parte de sus experiencias como menorquina conociendo el mundo y, especialmente, ese año que pasó en la República Popular China.
Tenía trabajo en Barcelona pero decidió irse a Oriente ¿qué es lo que le impulso a ese cambio?
Estaba esperando un cambio de carrera profesional que no llegaba, siempre que me arriesgaba a hacer un cambio acababa en el mismo sector, el tecnológico. Yo no quería eso, pero necesitaba pagar las facturas. Había trabajado en Hewlett-Packard, en Barcelona, y otros dos años en una empresa tecnológica en Londres. Después pasé tres meses en Errachidia, en Marruecos, trabajando con una ONG, enseñando inglés a niños, y mi intención no era realmente volver a instalarme en Barcelona, pero me salió un trabajo en la firma Ricoh.
Cuando me llegó una oferta desde China, aunque el sueldo era cuatro veces menor que el de España, no lo dudé, porque era un trabajo en una empresa hispano-china en el sector ambiental y la Responsabilidad Social Corporativa, era lo que yo quería, lo que me gusta, y dije 'ahora o nunca'.
Tenía 27 años, llegué en época de tifones, a casi 40 grados y con una humedad de más del 90 por ciento, puedo decir que el calor de aquí no es nada, al llegar allí yo casi me muero. Todo estaba gris y cuando empezó a levantarse viento y a llover como si cayeran mares supe por qué de repente todo se quedaba desierto y la gente se escondía. Cuando empieza a soplar el viento te tienes que esconder.
Y entró a formar parte de esa comunidad de los expatriados de las multinacionales...
La verdad es que sí, que te relacionas más con esa comunidad de extranjeros, que es abierta y en seguida de integran, te introducen en la ciudad y te ayudan con cosas prácticas como abrir una cuenta bancaria. En mi caso conocí a una chica, María, por intenet, trabajadora del Instituto de Comercio Exterior Valenciano, que me acogió en su casa sin conocerla personalmente de nada. Cuando estás lejos se crean relaciones más fuertes en dos meses que aquí durante años, amigos de una semana pueden ser realmente tus amigos, supongo que por la necesidad. Pero con chinos, realmente te relacionas poco, es muy difícil.
El inglés ya no era problema ¿llegó a aprender chino?
No, bueno aprendí el chino mandarín de uso diario, para hacer compras, ir a restaurantes o coger taxis; en Guangzhou se habla el cantonés, aunque también la gente que llega a la ciudad procedente del centro del país habla el chino mandarín.
¿Por qué llegan tantos inmigrantes del campo a Guangzhou?
Porque es la fábrica del mundo y exporta a todo el mundo. Es una de esas ciudades chinas donde lo fabrican todo, la ropa, la tecnología, impresoras, televisiones...todo.
Ahí se comprueba entonces la deslocalización de empresas que vive Occidente supongo.
Sí que se nota. Donde yo vivía no había mucho expatriado, pero en la ciudad de al lado, Shenzhen, con más fábricas, veías mucha gente extranjera. Porque los ejecutivos, los mandos de las empresas, los que controlan la calidad, son extranjeros.
Competimos realmente con un gigante.
Sí, sí. Pero se trata solo de mano de obra, bajo mi punto de vista, no sé si pueden ser una potencia mundial. Tienen una ética y unos valores muy diferentes, está el tema de las imitaciones, la competencia desleal, que para ellos no lo es. Tener un empleado y que desaparezca con la patente de algo pasa muchas veces, o que en una fábrica tengan a los trabajadores durmiendo quince en un mismo dormitorio.
¿Hasta qué punto una empresa con esa ética puede funcionar?
En China se han esforzado muchísimo en el uso de la tecnología, en desarrollarse como potencia, pero han olvidado el tema social.
Toda esa vorágine de producción y consumo choca mucho con el régimen político de un Estado socialista, unipartidista ¿no le parece?
Lo ví todo muy contradictorio. Los valores son socialistas-comunistas pero es un país de contradicciones. Abrazan a la vez el capitalismo en estado puro, te preguntas ¿cómo puede ser?, que tengan esa necesidad tan urgente de comprar y que quieran parecerse a nuestra sociedad. Muchas de las ciudades de la costa las destruyeron, por ese empeño en crecer, en construir edificios a lo occidental, y son capaces de comer solo arroz y ahorrar para comprar un iphone. Pasa igual con Estados Unidos, son el enemigo pero al mismo tiempo quieren parecerse a ellos y comprar sus productos.
Sin embargo, algunas ciudades que no estaban cerca de los puertos y en las que no se hizo nada ahora tienen turismo, como Pingyao, que es preciosa. Se dan cuenta de que sus tradiciones son lo que atrae a los occidentales.
¿Qué le sorprendió de su trato con los naturales del país?
Lo que más me impactó es su percepción del espacio, y eso que los latinos invadimos bastante. Estar en un ascensor con tres personas y que estén apelotonadas, por si entra más gente. Su espacio vital es mucho más reducido, y están acostumbrados a que en algunos edificios de oficinas, a primera hora de la mañana, haya alguien de seguridad dirigiendo la entrada en los ascensores. Yo subía andando porque eso me ponía nerviosa. La marea humana en las calles es agobiante, pero eso es en la ciudad en la que yo vivía, no todo es así.
¿Se mantiene el control demográfico estricto, con la política del hijo único?
Sí, para la etnia mayoritaria, las minoritarias pueden tener más, también eso depende de cada ciudad y de la población que tenga. Hay inspectores que trabajan por incentivos para vigilar que se cumpla la ley . Pero con una multa algunas familias lo pueden resolver, una multa cuya cuantía también varía según la ciudad. Pero es injusto que a lo mejor una familia rica pueda pagar la multa y tener más hijos y una pobre no, la desigualdad social en ese aspecto también se nota.
¿Pudo llegar a comprender a la sociedad china?
Bueno son muy diferentes, cosas que para mí no tenían importancia para ellos sí, y viceversa. No son muy afectivos, pero sí son muy protectores con los suyos, con su familia, ahora eso sí, todos trabajando, es su estilo de vida. Viven para trabajar y ahorrar, por si pasa algo, si tienen gastos por ejemplo médicos que pagar, ahorran mucho, tienen mucho 'cash'. Sin embargo y pese a ese valor de la familia, es una sociedad machista.
Después de volver a Europa y especializarse en RSC ¿cómo ve su experiencia china?
Creo que a las empresas chinas les falta todavía mucho para llegar a la Responsabilidad Social Corporativa, por lo que mencionaba antes, porque el tema social no ha avanzado. Además, muchas de las personas que vienen a trabajar a las fábricas de las ciudades costeras proceden del centro, del campo, con un nivel educativo bajo, y no me refiero a los estudios, sino a cuestiones de urbanidad. Hay un atraso que sin embargo contrasta con el uso de la tecnología.
Se ha especializado en sostenibilidad dentro de la empresa, y para ello ha estudiado este último año en Leeds ¿Ve mucha diferencia entre las empresas británicas y las españolas en cuanto a RSC?
Yo creo que en el Reino Unido la Responsabilidad Social Corporativa se ve más como una oportunidad de negocio, y esa percepción no está tan extendida en las empresas españolas, según mi punto de vista. Y es que al final, por ejemplo, monitorizar el consumo de una empresa acaba siendo un ahorro. A las pymes por ejemplo les ayudaría muchísimo. La RSC es también una herramienta para trabajar en una comunidad sostenible y mostrarlo al mundo. Si hay más transparencia se legitima la actividad de una empresa, y si la sociedad ve que lo haces bien, a la larga tienes más clientes. Hay que hallar un punto de encuentro entre lo que tú necesitas como empresa y lo que necesita la sociedad.
¿No cree que aquí las pymes están más preocupadas por la crisis y por recortar gastos que por la RSC?
También en el Reino Unido, en el norte donde yo he estado, hay crisis, pero no se percibe tanto miedo como aquí y se ve más como una inversión a largo plazo. Además, las pequeñas y medianas empresas no tienen que ver la RSC solo como un gasto sin retorno, no es así. Yo creo que es una necesidad para una empresa sobre todo si busca captar clientes extranjeros.
¿Cuáles son su planes después de estos años formándose y acumulando experiencias? ¿Está Menorca en sus planes?
He pasado ocho meses de docencia en Leeds y otros tres de prácticas en Business in the Community, una asociación que promueve la RSC en empresas del Reino Unido. Mi objetivo ahora es volver en septiembre a entregar mi tesis de fin de master y buscar un trabajo en ese sector.
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