"Siempre que llueve, escampa" dice mamá (María Galiana), uno de esos consejos que, no por manidos, no son exactos. Jaime (Juan Echanove) se ha quedado en el paro, tiene 50 años y ya no puede mantener el ritmo de vida al que estaban, él y su familia, acostumbrados. Como último recurso, decide pedirle a su madre que se vaya a vivir con ellos para así poder vender la casa e intentar sufragar las deudas que tiene. Esta es la base de esta obra de teatro de Santiago Carlos Oves con adaptación del texto por Jordi Galceran.
Jaime y su madre entablan una conversación que recorre diferentes aspectos: desde la niñez de Jaime, la muerte de su padre, el sexo, la relación con Laura -su mujer-, sus hijos y su suegra. Jaime siempre quiso vivir una vida basada en el consumo. Pasear por el centro comercial, vivir de las apariencias, y tiene que ser su madre quien le recuerde que la vida no es solo eso. Como dice mamá: "ser viejo es una ventaja que llega un poco tarde", en referencia a que la experiencia que te aporta la vida solo es perceptible durante la vejez, y eso significa estar al final del camino.
La vida no es complicada, nos la complicamos nosotros. La madre es reticente a abandonar su casa, su rutina y, por qué no, tiene miedo a que la venta de la casa le suponga un coste tremendo: que la metan en un geriátrico, lo que para ella es como meterla en la cárcel. Es la pérdida de la libertad o, dicho de otro modo, el precio de la libertad.
Además, mamá tiene novio. Tras muchos años viuda ha vuelto a encontrar un compañero. Gregorio es argentino, tiene 69 años y es "anarco-jubilado". Mamá tiene 82 años y, por fin, se vuelve a sentir querida. Otro tema que la obra toca muy sutilmente: cómo nos sentimos los hijos -aunque seamos adultos y nuestra madre sea viuda-, cuando inicia una nueva relación.
Ironías de la vida, este texto pensado por y para Argentina, plantea la cruda realidad que estamos viviendo en este país. El paro, el riesgo al desahucio, recurrir a nuestros mayores, aquellos que durante la bonanza hemos tenido tan olvidados… son el pan nuestro de cada día.
El Teatre Principal se llenó. Da gusto ver cómo estas obras, con alto contenido de crítica social, llaman la atención de los espectadores, quienes disfrutaron, rieron, se emocionaron y aplaudieron durante la obra y, cómo no, al finalizar, haciendo que Juan Echanove y María Galiana, quienes desprendieron una gran química en el escenario, tuvieran que salir varias veces a saludar al público. Es la grandeza del teatro: actores y espectadores se necesitan. El teatro necesita de espectadores para ser teatro y ayer el Teatre Principal fue una clara muestra de cómo los espectadores buscamos obras de calidad, que nos toquen la fibra, que nos emocionen.
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