El objetivo era dotar de más seriedad, mayor solemnidad y riguroso recogimiento a un acto donde se escenifica la tristeza por la muerte de Jesús. Pero una iniciativa que arrancaba con buen augurio, acabó convirtiéndose en una dificultad para cofrades y público.
La procesión del Santo Entierro que se celebra el Viernes Santo en Maó introdujo este año una novedad que ha tenido muchos detractores, también algún que otro defensor. Y es que la procesión se vistió de luto y de plena oscuridad al apagarse el alumbrado público. Las calles por donde discurrieron los cofrades con sus pasos mostraban su lado más lúgubre. La penumbra pretendía auspiciar la reflexión y la intimidad de los cristianos.
Pero, el "exceso" de poca luz impidió a los cofrades ver correctamente el trazado por donde desfilar. Algunos comentan que incluso se vieron en la tesitura de tenerse que agarrar de las manos para no tropezar o sufrieron doblemente el flash de las cámaras, que dada la oscuridad, su reflejo era mucho mayor. Algunos vecinos pretendieron suavizar este malestar encendiendo las luces de sus viviendas, como ocurrió, por ejemplo, en la calle Isabel II, donde un propietario iluminó con un foco el vial para evitar caídas.
El concejal de Servicios Generales del Ayuntamiento de Maó y también cofrade, Salvador Botella, explica que la petición fue planteada y formulada por las cofradías de la parroquia de Santa Maria, organizadoras de la procesión del Viernes Santo, con la intención de dar solemnidad al acto. Señala que el año pasado ya se hizo una petición similar.
"Se redujo la intensidad de la iluminación pero la sensación de penumbra no se consiguió", añade el teniente de alcalde de Servicios Generales. Fue por ello que para este año se planteó de nuevo la opción de intensificar la oscuridad, una decisión que "no ha cumplido con las expectativas deseadas". Botella achaca al viento parte del fallo. Y es que las velas que ornamentaban los pasos y también las que transportaban los cofrades se apagaban por mor del aire que soplaba fuerte aquella noche.
Botella reitera que la opción se planteó desde las cofradías de Santa Maria. Por ello, "di orden sobre ello al departamento de servicios técnicos". Para el primer teniente de alcalde, la sensación general es que fue exagerado y añade que "aunque hubo pasos que estaban iluminados y permitían avanzar correctamente, es cierto que en algunos puntos la oscuridad fue excesiva". Botella indica que se mantuvieron encendidas las fachadas de los edificios más emblemáticos de la ciudad, como es el caso del Ayuntamiento, el Pont de Sant Roc o la parroquia de Sant Francesc para apaciguar la opacidad.
Aunque haya habido críticas a esta iniciativa, Botella señala que también "hay gente que considera que la decisión dotó de mayor seriedad el Santo Entierro".
Salvador Botella indica que para el próximo año "volveremos a la normalidad" con el alumbrado tradicional de las calles. Eso sí, siempre que las cofradías de Santa Maria no planteen al Ayuntamiento alguna acción o petición concreta que "el Consistorio estudiará".
Por su parte, el párroco de Santa Maria, Josep Manguán, señala que "fue un error, una falta de sensatez. De haberlo sabido previamente lo hubiera impedido". No obstante, "tratándose de un hecho consumado, actué sin ninguna interferencia inmediata. Sin embargo, saben las cofradías mi preocupación por el hecho y las exigencias de lealtad a la tradición y a los responsables de los actos que organiza la Iglesia".
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