Una joya documental. Así podríamos definir el archivo que alberga la parroquia de Santa María de Maó, un bagaje histórico y cultural que se reparte a lo largo de una quincena de metros y con documentos que se remontan incluso hasta 400 años atrás.
La parroquia de Santa María acumula sobre sus cimientos más de 700 años de historia desde los que se ha ido construyendo un amplio y exquisito archivo. No obstante, este fondo documental fue destruido con las incursiones turcas y, posteriormente, con la Guerra Civil. De ahí que el contenido actual sea solo de una tercera parte de lo que realmente había sido antes de 1936.
Este archivo se compone de dos secciones. Una de ellas guarda documentos históricos diversos y con un grueso documental que arranca en el siglo XVI y otra, de partituras musicales. En lo que se refiere al primer apartado, incluye 'capibreriums' (documentos jurídicos), documentación económica, consuetas (libros de costumbres), diarios, cartas y contratos, entre otros. Cabe señalar que los libros sacramentales que en el siglo XVIII ocupan un valor importante se encuentran en el archivo diocesano de Ciutadella.
Además, tal y como señala el párroco Josep Manguán, parte de los documentos parroquiales están en el archivo público de la ciudad. Y es que la vida eclesial estaba estrechamente relacionada con la vida de la ciudad con lo que toda la actividad que la iglesia generaba se hacía omnipresente en la vida del pueblo. Además, cabe indicar que la demarcación de la parroquia de Santa María abarcaba lo que a día de hoy son todas las parroquias de la ciudad además de Sant Climent, Es Castell y Sant Lluís. De ahí su riqueza.
Este archivo suscita interés entre los estudiosos puesto que existen manuscritos de muchas obras originales y únicas que, toman aun más valor por el hecho de ser de autores menorquines, señala el párroco de la iglesia de Santa María.
La música, una perla
Por su parte, el archivo coge relevancia en su apartado musical. La Fundación del Órgano de Santa María apostó por este grueso documental impulsando la catalogación y clasificación de los miles de documentos depositados en el archivo. La tarea fue encargada a Bartolomé Llompart, profesor, ya jubilado, de lenguaje musical e historia de la música en el Conservatorio Profesional. Lleva cuatro años de laborioso trabajo y a día de hoy, ya se encuentra en la fase final del proyecto. Los cien archivadores que custodia la parroquia eran merecedores de esta exhaustiva catalogación.
No se ha parado a contar las innumerables partituras que guarda el archivo pero no le tiembla la voz al asegurar que superan las 3.000.
No se trata del primer trabajo de clasificación. Llompart señala que Rosendo G. Calderón hizo un primer trabajo. Antònia Mus también aportó su grano de arena. No obstante, ha sido Llompart el encargado de dar forma a todo el legado. "Vacié todos los archivadores y me encontré con muchos papeles traspapelados", explica este apasionado del mundo de la música. Solo cabe citar las 18 páginas con los nombres de los autores que se recogen en este archivo para dejar constancia de la gran producción existente.
Llompart desvela que la obra más antigua con fecha encontrada en el fondo documental es de 1788. Se trata de una "Misa de difuntos" compuesta por el presbítero Pedro Juan Bonell.
Autoría menorquina
El encargado de la clasificación indica que el archivo destaca por la riqueza de autores menorquines, generalmente, obras de los organistas de Santa María. Destaca Jaume Alaquer, quien estrenó en 1810 el órgano de Santa María y quien ha dejado la misa de "Rèquiem" de 1818. Otros grandes compositores son Benet Andreu, Joan Fuxà, Damià Andreu, Gabriel Salort y Miquel Petrus, que fue el último capellán organista.
Del primero al último, Llompart ha percibido una diferencia notable. Y es que, los primeros componían desde un padrenuestro a una misa. "Hacían grandes obras y para ello, utilizaban toda su sabiduría". No obstante, Gabriel Salort, posterior a la Guerra Civil, dejó un legado diferente. "Hacía obras muy bellas y pulcras pero más reducidas", explica.
Por su parte, Miquel Petrus no era compositor sino solo organista. De ahí que no existan obras suyas en el archivo. A pesar de ello, hizo crecer el fondo documental con la adquisición de algunas partituras. Y, además, recibió muchos regalos de compositores a nivel internacional que le obsequiaban con alguna obra. También existen partituras de algunos discípulos de Benet Andreu, como es el caso de Claudio Grafulla o Jeroni Taltavull, con una trayectoria musical de ámbito internacional. Curiosamente, también se guardan obras sobre métodos pedagógicos y cuadernos de estudiantes de música, puesto que los organistas eran maestros de la escuela de música.
Para Llompart, "no hay los mejores músicos, pero sí aquellos que supieron prepararse y tuvieron el coraje de componer".
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