El artista ferreriense Carlos Mascaró concluía el miércoles una de sus obras más significativas de su amplia y nutrida trayectoria profesional. Tras seis meses, 134 horas y decenas de emociones a flor de piel, las pinceladas se han convertido en un sincero grito a la libertad.
Este clamor perdería sentido si se estampara en una pared o un espacio público cualquiera. Pero, en el momento en que el boquete hacia la esperanza se abre en el patio interior del Centro Penitenciario de Menorca, su significado se agranda.
Mascaró ha abierto una brecha en la pared base de la torre de control que da a un patio de tránsito de la prisión. Una explosión ha fragmentado un muro muy grueso y de varias capas, dejando en el aire un ansiado soplo de esperanza. Una playa se abre paso. No obstante, se levanta poderoso un árbol de tonalidades apagadas que obstruye el paso hacia esa libertad. Posan sobre las ramas tres pájaros, uno solitario y otro en compañía, que describe la realidad que Mascaró ha percibido en la cárcel: la soledad por un lado y la amistad, por el otro. Brota una planta en un discreto verde esperanza.
Y es que, según Mascaró, "a veces la ilusión que se vive en el centro es más bien opaca". El mar y el cielo dan profundidad a la obra. El boquete que se ha abierto ha dejado grietas en toda la pared y alguna que otra piedra. En especial, una que se apoya en el muro y que destaca por su extrema realidad. La opacidad de los habitáculos del centro, las estrechas ventanas por las que los presos pueden asomar su mirada fue uno de los motivos de inspiración del extraordinario mural.
Este obra es una clara "metáfora" de las realidades y esperanzas que coexisten en la cárcel, señala Mascaró.
El artista ha utilizado el trampantojo, la técnica pictórica que intenta engañar a la vista jugando con la perspectiva y otros efectos ópticos. Además, desvela que la playa se inspira en un arenal menorquín aunque, "para hacerla irreconocible" ha utilizado el efecto espejo.
Cabe señalar a su vez que la pared no es lisa, es oblicua y cuenta con varias ventanas de guardia, lo que ha dificultado aun más un proyecto cargado de sensibilidad para Mascaró. Revela que "este hecho me quitó muchas horas de sueño". A pesar de ello, el reto ha sido superado con creces.
El mural había sido ideado con unas dimensiones de 22 metros cuadrados y un periodo de trabajo de tres meses. No obstante, el proyecto ha culminado con una obra de 40 metros cuadrados y seis meses de laboriosidad en el que han colaborado siete u ocho presos. Entre ellos, Emilio, un gran aficionado a la pintura y quien ayer no tenía más que palabras de agradecimiento hacia la oportunidad que se le ha brindado. Y es que, "no ha sido poner pintura, sino hablar de ella", resaltaba Mascaró.
Para Emilio, este trabajo le ha ayudado a crecer y a "mejorar como persona". Señala que "el vínculo con Carlos Mascaró, a quien admiraba con anterioridad al trabajo, me ha servido para tomar contacto con el mundo exterior". Además, revela a modo de curiosidad que el mural es tan realista que algunos presos le preguntaron en más de una ocasión en qué momento picaban la pared, puesto que no se oía nada de ruido.
Ésta es solo una de las decenas de anécdotas, experiencias, sentimientos y sensaciones que cada pincelada ha ido impregnando en la pared del patio. Para Emilio, su aportación a la obra es especial. Y es que, asegura que "sé que dejo en el centro algo que va a perdurar".
Mascaró, quien no ha querido rubricar la creación, reconoce que el primer día que acudió a la cárcel dudó de su regreso. La impresión fue dura. Pero ahora, lo agradece. Señala que recibió un correo de la mujer de un interno que participó en la creación del boquete agradeciéndole la gran labor que estaba desarrollando. Le confesó que su marido expresaba más felicidad y menos tristeza. "Solo por ello ya me compensan los seis meses de trabajo".
El director del Centro Penitenciario, Alfredo Fernández, destacaba ayer que esta pintura pretende "menorquinizar el centro" y hacerlo más cercano. Mascaró rompió una lanza en este sentido con el fin de ayudar a atajar de raíz el reparo que pesa sobre la cárcel.
Este genio artístico ferreriense ha vuelto a dejar boquiabierto a la sociedad con una creación en la que las decenas de historias presas de libertad son y van a ser obsequiadas con un nítido soplo de aire fresco.
El mural no lleva título pero Mascaró asegura que su definición es, sin duda, el mural de la libertad. Asimismo, no se descarta que dentro de un tiempo Mascaró vuelva a plasmar su brocha en otra pared del centro.
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