A Eduardo Chillida le hubiese gustado tener un taller en su casa de Quatre Vents d'Alcalfar, que más que taller fuese un mirador desde donde contemplar el horizonte, que tanto le interesaba, y por donde salía la luna llena desde el mar Mediterráneo que tanto le había aportado. Le dio pena no poder tener ese espacio que le fue vetado por la administración, pero lo encajó bien porque era un hombre tranquilo, tolerante, muy exigente solo consigo mismo y nunca con los demás y sobretodo un pensador, que meditaba todo el tiempo sobre su trabajo que era también su vida, la de uno de los escultores internacionales más destacados de los últimos tiempos. Luis Chillida participó ayer en una tertulia que tuvo lugar en el Centre Cultural San Diego de Alaior, donde se encuentra la exposición "Chillida, homenatge a Bach. Mostra de l'obra realitzada a Menorca". Luis Chillida, hijo del destacado escultor y coordinador del Museo Eduardo Chillida, habló de su padre, de la faceta personal y del pensamiento desde el que generaba su obra artística.
Luis Chillida habló de los aromas que conducían al artista a lo largo de todo el proceso en el que se materializaba la obra. No había nada predeterminado, "trabajaba el mundo de lo desconocido, escuchando siempre el presente, cada material le llevaba por un camino diferente en el que buscaba el diálogo, un acuerdo". Para Eduardo Chillida cada paso era un reto, huía de lo fácil. Contó Luís que cuando su padre se dio cuenta de la facilidad que tenía al dibujar, decidió dibujar con la mano izquierda porque el arte no debía ser un proceso mecánico, igual que nunca dio ningún consejo a los hijos que se han querido dedicar al arte porque entendía que este era una cuestión personal fruto de la meditación individual donde sólo cuenta el artista y su propio compromiso con la obra.
Eduardo Chillida solía decir, como se recordó anoche, que la obra le pertenecía mientras la hacía, luego era de los demás. Cuando su galerista de París le intentó convencer de hacer reproducciones de sus obras, hasta diez el mercado del arte las considera la obra como única, se negó. "Chillida amaba el material, su densidad, no sólo física, sino también la del esfuerzo, el trabajo de expresarse a través de cada obra", lo que no se podía reproducir de ninguna de las maneras. El escultor contestó a la propuesta que en lugar de multiplicar la obra lo que el quería era multiplicar los propietarios de las obras, Luis Chillida lo relaciona con el momento en el que su padre se dedicaba intensamente a crear obra pública, hacia los años 50.
Fruto de la evolución de la obra de Chillida, especialmente en lo relacionado con la arquitectura del vacío, como explicó su hijo, era el proyecto de Tindaya que también salió a la luz durante la tertulia. Según Luis Chillida el proyecto, que topó con tantos inconvenientes en vida de su padre, sigue adelante únicamente pendiente de que alguna empresa asuma la adjudicación de la obra y una concesión por un número determinado de años.
A lo largo de la hora que duró la charla con Luis Chillida se habló también del reconocimiento que su padre había recibido en vida, a pesar de las dificultades con las que se encontró en múltiples ocasiones. El domingo se cumplirá el décimo aniversario de su muerte, una cita que ha servido para rendirle tantos homenajes como el que le ha querido dedicar Menorca con la exposición que termina el mismo domingo e itinera luego a Sant Lluís.
El acto central de la celebración será en Chillida Leku el mismo domingo con la lectura de las "100 palabras para Chillida", una recopilación de textos, publicados en un libro, de 126 personas que le conocieron, lo admiraron y le guardan en el recuerdo.
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